Con pocas excepciones, el padre es el gran ausente en las familias, y la incorporación de la madre al mundo del trabajo hace más notorio ese vacío afectivo en sus relaciones con sus hijos, en especial con los adolescentes que más los necesitan. El consumismo tiene atrapados a los padres en una búsqueda insaciable por tener más dinero para comprar más objetos y bienes para figurar, demostrar poder y hacer sentir envidia. Para cumplir sus obsesivos objetivos consumistas, dedican demasiado tiempo a conseguir más dinero.
Se convierten en esclavos del mismo, preocupados y ocupados en obtenerlo, sacrificando lo más importante: el tiempo para las relaciones interpersonales con su familia. Algunas veces, es mucho más fácil encontrar a un delincuente de los más buscados por la Policía que a un padre en su familia, o hacerlo cumplir con su presencia en un centro educativo.
El castigo de los enloquecidos por el dinero es que muchas veces lo consiguen, pero pierden a sus hijos. Creen equivocadamente que cumplen con sus hijos entregándoles tan solo dinero. Los hijos requieren más tiempo, atención personal y amor que dinero, cualquiera que sea su condición social. La ausencia de amor y el vacío espiritual los hace sentir abandonados. Los hijos, en esos casos, sienten, saben, que no les importan a sus padres.
Viven solos su mundo, pueden hacer y deshacer sus vidas. A veces se tiran al abandono para llamar la atención de sus padres, otras veces escogen caminos equívocos con malas amistades y entre ellas encuentran el mundo destructivo de las drogas. ¿Saben los padres lo que quieren sus hijos? ¿Conocen los padres con quiénes andan sus hijos? ¿Pueden corregir los padres los criterios equivocados que tienen sus hijos sobre la vida? ¿Cuantos días a la semana conversan los padres con sus hijos? ¿Son un buen ejemplo los padres para que, como un espejo, sus hijos puedan mirarse con orgullo? En definitiva, ¿están preparados la mayoría de los padres para orientar a sus hijos adolescentes y jóvenes sobre la vida y las drogas? Lamentablemente la mayoría de los padres contestará negativamente las preguntas.
Sería muy bueno que el Ministerio de Educación publicara masivamente los libros “La causa de los niños” y “La causa de los adolescentes”, de Francoise Dolto, y los entregue a los centros educativos, padres, psicólogos y maestros para que asuman la tarea urgente de orientación integral de todos los niños, adolescentes y jóvenes u otra medida similar, para llenar un gran vacío.