En un evento de orientación para investigadores sobre el aprovechamiento de los recursos naturales renovables (RNR), el interés de los asistentes era notable. Sin embargo, las preguntas de los asistentes sobre el tema permitían suponer su falta de conocimientos básicos para aprovechar la información proporcionada por los conferencistas de alto nivel académico.
Esto me recordaba las experiencias relatadas por la mayor parte de los profesionales que realizaron posgrados en instituciones internacionales. Todos habían tenido dificultades por su precario conocimiento de materias básicas, pero una vez superado este escollo, se graduaron sin problema y muchos de ellos de manera brillante.
Para estos graduados integrados a la enseñanza pocas veces esta actividad (mal remunerada) ha sido su tarea principal sino subsidiaria, no obstante, este no ha sido el único problema en la capacitación que ofrecen nuestras instituciones, se suma también la necesidad del fortalecimiento de materias básicas y la incoherencia de los programas de investigación y estudio con el medio al cual debemos servir.
En la reflexión, sobre el evento al cual me refiero, no hay duda de la calificación académica que ostentaban los expositores y la excelencia de sus conocimientos, pero creo que el mensaje (sin ser deliberado) se orientaba al facilismo de clonar los conocimientos adquiridos por el expositor sin tomar en cuenta el objetivo del evento, que era interesar a los futuros profesionales en mejorar las condiciones actuales de capacitación y tareas de investigación.
Siempre refiriéndome a los RNR. La actual obligación establecida por el Estado para la revisión de la eficiencia de las instituciones de educación superior es una notable oportunidad para lograr que nuestros institutos se conviertan en elementos de investigación del desarrollo de la producción sustentable agrícola en general y en particular de los trópicos, región donde está nuestro país, reconocida como la reserva biológica más importante que le resta al planeta, de la cual se informa que en los últimos cuarenta años, por depredación, ha disminuido un 60%, afectando a los países más pobres.
Para superar esta situación es necesario revisar nuestros programas de investigación y capacitación para contrastarlos con los métodos de explotación foráneos introducidos a nuestro medio ambiente causantes de la catástrofe indicada.
Es necesaria la contribución permanente de colegas de alto nivel académico que consideren el carácter ecuménico de las ciencias que permitirán, mediante la capacitación y la investigación, la adaptación de la tecnología a nuestras condiciones naturales y socioeconómicas.
Al respecto, en una importante revista de difusión científica de los trópicos el editor decía que, con frecuencia, “los laboratorios latinoamericanos están llenos de equipo costoso y subutilizado. El único equipo indispensable para hacer buena ciencia es un cerebro humano bien entrenado”.