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El Telégrafo

Junto a Venezuela

20 de abril de 2013

El 14 de abril fue un día en el cual venezolanos y latinoamericanos estuvieron pendientes del resultado de las elecciones en ese país. Era muy importante lo que estaba en juego, por lo que la espera se hizo angustiosa. La entrega de datos del Consejo Electoral confirmó la esperada victoria de Nicolás Maduro, aunque la sorpresa fue la relativamente corta  ventaja -270 mil votos- sobre su contendor.

Ello no fue óbice para celebrar el triunfo de las primeras elecciones sin la presencia del Comandante Hugo Chávez y así lo exteriorizó el pueblo venezolano, que entregó siete millones y medio de votos a quien fuera el más cercano colaborador del fallecido presidente, cuya presencia se hizo familiar por sus repetidas visitas a Ecuador como Canciller, lo que permitió conocer una límpida trayectoria desde sus días como chofer de bus y cantante aficionado, hasta su lucha sindical y activa participación en las filas de la Revolución Bolivariana que le confió altas dignidades. Nos preocupó el avance de la derecha en tan corto lapso, pues en los anteriores comicios se ganaron 20 de las 23 gobernaciones por lo que nos alentó la promesa de Maduro de provocar una “revolución en la revolución”.

Lamentablemente, la misma noche el candidato Capriles se negó a reconocer al nuevo presidente electo, debido a la escasa diferencia. Olvidó que meses atrás obtuvo la gobernación de Miranda con solo 35 mil votos de ventaja, y que  su contendor Elías Jaua, lo aceptó de inmediato. Lo peor fue que hizo una pública convocatoria a sus seguidores, invitando a sumarse a las Fuerzas Armadas, para realizar acciones de rechazo, con invocaciones xenófobas contra Cuba. A partir de entonces, partidarios suyos  actuaron como hordas vandálicas, contra centros de salud comunitaria, centrales políticas del PSUV y casas particulares, e incluso causando heridos y muertos, en análoga actitud a la de las bandas fascistas que asolaban Europa en la década del 30 del siglo pasado.

El propósito era claro: desatar una cuasi guerra civil, propiciando con ello la intervención de alguna potencia extranjera que posiblemente puso todo su empeño en el triunfo de Capriles. El pueblo en las calles y la solidaridad mundial frenaron por ahora este peligro.

Si hay necesidad de rectificaciones, la decisión debe ser de sus ciudadanos. Es la  hora de estar junto a Venezuela y el gobierno legítimo de Maduro, rechazando injerencias extrañas que amenacen el proceso heroico iniciado por Chávez.

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