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El Telégrafo

Junio: prohibido olvidar

31 de mayo de 2012

El 1 de junio se celebra internacionalmente un acontecimiento de enorme impacto en la humanidad: el Día del Niño. Por cierto, no se trata de una fiesta. No puede serlo mientras el hambre mata diariamente a millares de infantes en África, cuando la OTAN destruyó casi todas las viviendas de Libia, con sus recién nacidos incluidos, mediante 5.000 bombardeos, y las tropas norteamericanas han masacrado sin contemplación incontables poblaciones civiles en Irak y Afganistán.

Tampoco el Día de la Infancia puede ser motivo de alegría en el Ecuador, dado el descuartizamiento masivo de hogares por obra de la emigración de los padres, mientras sus hijos deambulan por las calles, víctimas de los traficantes de carne humana, o agonizan en garras del alcohol y las drogas.

Por su parte, el 2 y 3 de junio reviven el recuerdo de dos crímenes monstruosos cometidos por el gobierno socialcristiano de Camilo Ponce Enríquez, el terrateniente matador de indios que el 2 de junio de 1959 soltó en Guayaquil una jauría policial contra una pacífica manifestación estudiantil, ultimando a cinco jóvenes en la esquina de las calles 10 de Agosto y Boyacá, y el 3 de junio ordenó a sus autoridades “tirar a matar” para castigar al pueblo que acudió en masa al sepelio de estos cinco mártires de la democracia; todo para ver al día siguiente a los oligarcas del puerto celebrando con champaña la masacre  en homenaje al hechor de la misma, coronel Luis Ricardo Piñeiros, jefe de la Segunda Zona Militar, por haber “salvado a Guayaquil del caos”, en tanto el garciano gobernante declaraba que allí habían caído únicamente unos cuantos “hampones y marihuaneros”.

A esas dos fechas, que chorrean sangre, hay que añadir el 4 de junio, porque en día igual, en 1830, se cometió en las montañas de Berruecos, Pasto, Colombia, el asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, a manos de una banda de sicarios armada por caníbales políticos comandados por el ambicioso general Juan José Flores, con lo que se le privó a la naciente República del Ecuador del héroe destinado a ser su primer presidente.

Todo este rosario de fechas trágicas no debe ser olvidado jamás y la juventud revolucionaria de hoy ha de beber el agua amarga de estos episodios históricos para curarse en salud y no caer en los cantos de sirena de la derecha actual, que es la prolongación cancerosa del floreanismo, agravado con los virus del dominio imperialista. Por fortuna, en medio de estas sombras surge una luz que lo inunda todo y alumbra los caminos actuales del Ecuador convulso: el 5 de Junio, que nos recuerda el día en que triunfó la Revolución Alfarista en 1895, dejando atrás 30 años de guerras civiles y cruentos sacrificios, incontables montoneras de negros y montubios, formidables alzamientos indígenas, numerosas historias de jóvenes fusilados por unos y otros gobiernos clericales y derechistas.

5 de Junio en que se inician los cambios más profundos y radicales en la existencia patria, y en homenaje del cual el colectivo Acción Transformadora de la Casa de la Cultura Ecuatoriana realizará en esta fecha, el martes 5, a las 18:30, en el Teatro Nacional de la institución, la proclamación de su binomio Jaime Galarza Zavala-Julio Micolta Cuero para la presidencia y vicepresidencia de la Casa. En fin, junio es un mes que debe alimentar la mente y avivar el corazón de las nuevas generaciones. Prohibido olvidar.

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