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El Telégrafo

Julian Assange: barómetro político

25 de agosto de 2012

Comentaristas de diversas partes del mundo analizan el “affaire Assange” desde dos puntos de vista: el de quienes consideran que se trata de un problema bilateral entre Suecia y Gran Bretaña, en el que Ecuador ha intervenido y que expresan que Assange debe presentarse en el país nórdico y responder por los delitos que se le atribuyen; y segundo, el de aquellos que, como explica Moore, entienden que se trata de posibilitar que desde Suecia  el periodista australiano sea extraditado a los EE.UU., donde se lo juzgará por el real motivo de la persecución: la filtración de miles de documentos secretos a través de WikiLeaks, que han puesto al descubierto la maraña de intrigas que esa potencia teje para imponer su dominio a rajatabla.

Noam Chomsky, Tariq Alí, Oliver Stone, Michael Moore, Marta Harnecker,  Pablo González Casanova y un creciente número de nombres ilustres se suman -a nivel mundial- al respaldo a Rafael Correa y su gobierno por la decisión de conceder asilo a Julian Assange, al tiempo que repudian la amenaza explícita de la cancillería británica de apresar, invadiendo nuestra embajada en Londres, a quien con legítimo derecho Ecuador otorgó su protección.

En igual sentido se han pronunciado  los gobiernos de los países de la ALBA y Unasur que se reunieron el pasado fin de semana  en Guayaquil. La OEA deberá haber hecho lo propio -para cuando esto se publique- de forma que por fin se pueda decir que ya no es más un ministerio de colonias.

En Ecuador, la opinión pública mayoritariamente acompaña a su gobierno por su posición soberana puesta, una vez más, en evidencia. Los que hablan de que se trata de una cortina de humo para cubrir los problemas nacionales están totalmente desubicados porque no es un régimen huérfano de apoyo popular sino lo contrario, como ellos mismos reconocen.

Están los negociantes que solo miran por sus intereses mercantiles y temen que sanciones como el retiro de la Atpdea  los perjudique. De producirse aquello solo ratificaría la doble moral del Gobierno de EE.UU. que dice ser ajeno al “tema Assange” y sanciona al país que no se somete.

Hay también los autodenominados ultra radicales, que no se atreven a  aplaudir abiertamente a los perseguidores, aunque ya acuden a la CIDH a plantear quejas  ante el imperio que decían repudiar y que deben sentirse confundidos ante sus antiguos amigos del exterior, que respaldan al gobierno que ellos denigran. Su silencio es elocuente. Ecuador está reeditando la hazaña bíblica de David contra Goliat.

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