Publicidad

Ecuador, 01 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Jugar limpio

03 de septiembre de 2014

Una de las funciones de la prensa y los medios de comunicación es la de informar de un modo objetivo y veraz. Al menos, eso es lo que proclama mucha de la gente que trabaja en este tipo de medios. Está también, obviamente, el periodismo de opinión, o mejor dicho las columnas u otras instancias en donde un comentarista o una persona, de alguna manera ‘destacada’, opina sobre algún hecho, suceso o acontecimiento de la vida del país o del mundo.

Esta definición operacional, por todos conocida, no tendría ningún problema si no estuviera de alguna manera matizada por ciertas actitudes del ser humano que comienzan a convertir la comunicación en un terreno pantanoso, por decirlo de un modo amable. Porque si algo no es el ser humano, sobre todo el ser humano en ciertas instancias comunicacionales, es inocente. Y esa falta de inocencia se refleja en infinitas actitudes a las que de tanto observar ya estamos más que acostumbrados.

Ya lo dijo don Antonio Machado: “No digas media verdad. Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad”. Pero más allá de la media verdad encontramos recursos que se bambolean al borde de la perversidad. Informaciones incompletas, entrevistas en donde solamente se enfocan los puntos de vista afines al medio o al grupo socioeconómico que lo controla, enfoques que resaltan lo malo, los problemas, la inconformidad; señalamiento detallado de incidentes y accidentes; ignorancia de las cosas buenas que no apoyan al propósito de mostrar lo malo, de centrarse en la crítica.

Y también se da ese extraño fenómeno de reproducir ideas y pensamientos hasta convertirlos en supuestas verdades que todo el mundo repite sin reflexionar mayormente acerca de su veracidad y su significado. Todo eso unido a una buena dosis de maledicencia. Por ejemplo, hoy por hoy, llamar ‘dictador’ al Presidente de la República, ignorando que está ahí después no de una, sino de varias elecciones en las que ha ganado ampliamente por mayoría de votos.

Nunca estará mal discrepar, censurar, criticar, incluso matizar con recursos literarios esa discrepancia o esa crítica. Pero todo tiene un límite: la ‘media verdad’ de la que habla Machado, la otra mitad, hecha de una extraña mezcla de sensiblería barata y artera manipulación sobran, o sobrarían, si tanto los que no están de acuerdo como los que sí lo están dejaran de comportarse como niños emperrados y tuvieran un manejo de la información basada más en la integridad que en el propio interés de acarrear el agua hacia su molino.

“No digas media verdad. Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad”. Pero más allá de la media verdad encontramos recursos que se bambolean al borde de la perversidad.

Contenido externo patrocinado