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El Telégrafo

Jóvenes: nuevo rol y desafío

19 de enero de 2013

Viven hombres y mujeres que surcan más allá de los 70 años, unos, destacados en sus actividades, aún vigorosos y en la mejor etapa de su trajín existencial; otros, cargados de odio, vicio, indolencia e insisten en mantenerse en la senda sin precisar objetivos. Los adultos mayores acostumbrados al facilismo de la época, a la indisciplina y afán de lucro no cambiarán de conducta ni modo de pensar y obrar en los últimos años de su presencia terrenal.

Se ha considerado como principio del Buen Vivir la apertura de los jóvenes, ávidos por contribuir con sus valiosos aportes al desarrollo del país. Los jóvenes equivocados, aún pueden enmendar sus yerros y convertirse en ciudadanos útiles para la sociedad y la patria, pero a la vejez profesional torcida solo se le puede entregar un merecido descanso y una justa pensión jubilar.

A los ilustres profesionales, como el caso del Dr. Jorge Zavala Baquerizo, eminencia del derecho, como jubilado con 92 años de edad, ahora, le corresponde, si él lo decide, desempeñarse en el área de asesoramiento e investigación, no por su título académico, sino por su talento, experiencia y fructífera enseñanza a la juventud en el ejercicio de la docencia a nivel medio y superior. Acierta Charles Chincholle cuando afirma: “Si los ancianos careciesen de experiencia, ¿qué tendrían?”. Maurice Chevalier complementa: “La vejez se hace fastidiosa tan solo cuando uno se pone a mimarla”.

Cuando ciframos nuestra esperanza en la juventud por un futuro prometedor; pesimistas le restan crédito y en tono burlesco expresan su desconfianza. Si hoy reconocemos que vivimos tiempos difíciles por la pérdida de los valores morales, es decisión de todos asumir el compromiso de intervenir para su inaplazable rescate. El cambio de actitud de los jóvenes se ha iniciado, paulatinamente, aunque todavía se resisten grupos retrógrados.

Al fin, los jóvenes de la FEUE y FESE, otrora defensoras de los derechos estudiantiles, comprendieron el desvío de sus fines, hoy se incorporan a las instituciones de ayuda social, fundaciones; aceptan las reformas para el mejoramiento de la enseñanza, se preparan con esmero como líderes y se enrolan a la actividad política, previo análisis de la realidad nacional y capacitación ideológica.

Unos cuantos renegados, sin poder de convocatoria, siguen utilizando la sigla institucional en su inútil intento de regresar al vandalismo del pasado. No todo se perdió, maestros abnegados, verdaderos apóstoles, encendieron el camino, por donde ahora miles de jóvenes toman el relevo, para contribuir por el imperio de una nueva sociedad justa y solidaria. Es urgente entrenar a las nuevas generaciones para su eficiente y cívico desempeño como conductores de la patria.

El país, con líderes seleccionados por sus dotes: capacidad, honradez, firmeza ideológica y sentimiento humanitario, se libraría definitivamente de la partidocracia, ambiciosos traidores, aventureros, calumniadores y de los sirvientes de la oligarquía explotadora. Un pensamiento anónimo sintetiza: “La función de la juventud en cualquier época es representar el siguiente paso de la civilización”.

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