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El Telégrafo

¿Jefferson Pérez presidente?

18 de enero de 2012

No quiere ser político. Y teme  que en el Ecuador haya una guerra civil. Y desde la no política dice que “cuando las obras están llenas de odio, cuando las decisiones parten del rencor, tarde o temprano matarán el espíritu de los ciudadanos”.

¿El “manifiesto político” de Jefferson Pérez es un  homenaje a la ingenuidad o una flamante postura proselitista desde la “no política” o el lanzamiento de una plataforma electoral desde una aparente virginidad partidista y hasta ideológica?

Tal como lo dice en la revista Vanguardia, de esta semana, Pérez adelanta que “a mediados de julio próximo organizaremos experiencias para compartir información con la ciudadanía sobre este momento político, porque es un tiempo para hacer una reflexión profunda sobre nuestras responsabilidades como ciudadanos”.

Prevalido de que en las encuestas (“a pesar de que Jefferson Pérez no tiene cadenas sabatinas ni medios públicos para promocionarse, es la persona con mayor credibilidad, aceptación y popularidad en el país”, dice de sí mismo el ex atleta) se propone “organizar experiencias” para “reflexionar sobre responsabilidades ciudadanas”. Si eso no es política, aunque no sea partidista en términos clásicos, ¿qué cosa es?

Él está en todo su derecho de expresar esos pensamientos contra la politiquería, pero se olvida fácilmente de que para cambiar el país (sobre todo ese inequitativo del que él también fue víctima) no basta con la caridad ni la filantropía. Jefferson Pérez, como dice en la revista, ayuda a 1.500 niños en su provincia natal, pero no tiene en cuenta que, en un año, con las políticas públicas del presente Gobierno (que él reclama, pero parece desconocer) hay 650 mil pobres menos.

Quizá por desconocimiento, o por una bien montada estrategia de marketing político, el ex medallista olímpico sustenta tesis y argumentos para proyectar una imagen de absoluto purismo/idealismo político. Incluso  apela a que todos somos Estado y otro es el Gobierno, con lo cual solo refleja una predisposición sobre el Gobierno actual y sostiene, paladinamente, que el Estado seguirá siendo el mismo con este u otro gobierno. Eso parece “álgebra” y no pensamiento inteligente ni reflexivo.

Siendo así, ¿quiere alimentar el debate nacional con otras visiones y propuestas que garanticen dar continuidad al proceso político iniciado en el Ecuador antes de este Gobierno y que seguirá después de este Gobierno? ¿Quiere cambiar la Constitución para proponer otro modelo de desarrollo, o una modificación para que tengan espacio los ciudadanos como él por fuera del Gobierno en la toma de decisiones y salven seres humanos desde la filantropía y la beneficencia? ¿No va a participar en la política nacional y tan solo lo hará en la provincia donde hace trabajo social en beneficio de sus paisanos y no de las 24 provincias que existen? Si hay que hacer política hay que decir las cosas claras. Y políticos como Jefferson deben pensar más en proponer y confrontar, antes que diluirse  en ambigüedades y en el deber ser.

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