Cada persona piensa de una manera diferente y única, derivada de su cultura, educación y de las oportunidades específicas que la vida le ofrece. Todavía encontramos formas de pensar correspondientes a las diferentes etapas por las que ha atravesado la humanidad.
El pensamiento mágico en los pueblos más apartados, y en otros más cercanos, el pensamiento mítico, el sentido común e intuitivo.
Posteriormente, en otros momentos apareció el pensamiento racional. En la era moderna, con los aportes de Isaac Newton y Renato Descartes se sistematiza el pensamiento inductivo-deductivo, el llamado método y pensamiento científico.
Manuel Agustín Aguirre decía que “miramos el mundo por el ojo de una aguja” y Edgar Morin que “todos tenemos un pensamiento tuerto”, que vemos tan solo una parte. Cada quien se cree dueño de la verdad.
Con Albert Einstein y la teoría de la relatividad, Max Planck y la teoría cuántica, Weiner y la cibernética, la teoría de sistemas, la teoría de la información, y otros, conducen al pensamiento complejo de Edgar Morin y en la actualidad al pensamiento integral de Ken Wilber.
Este último piensa que debemos valorar e integrar lo mejor de las culturas premodernas, modernas y posmodernas; desde los elaborados por chamanes y sabios de la antigüedad, hasta los revolucionarios aportes de la ciencia cognitiva.
Vivimos una guerra entre diferentes opiniones, puntos de vista, religiones, países y empresas egocéntricas codiciosas, que no les importa la destrucción de la humanidad y el planeta.
Actualmente predomina el pensamiento crítico, la destrucción de uno contra los otros, desperdiciando los aportes de los demás. Debemos pasar al diálogo de las culturas, organizaciones y personas. Dar un paso adelante, al consenso, llegando al reconocimiento de que los demás tienen valores que aportar y llegar a un nosotros, en que estemos representados todos. En caso contrario, es una lucha de tuertos, en la que podemos quedar todos ciegos. (O)