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El Telégrafo

Inundaciones y sequías

13 de febrero de 2012

En la Cuenca del Guayas las consecuencias negativas de inundaciones y sequías son notorias. Esto se relaciona con los perjuicios ocasionados en las cuantiosas inversiones que anualmente se realizan para la producción de cultivos temporales, como el arroz, el maíz, la soya, en los cuales estos eventos climáticos causan pérdidas catastróficas, sobre todo para el pequeño productor.

Las culturas precolombinas manejaron eficientemente las condiciones hidrológicas negativas de la región. Como testimonio tenemos, cercanos a la ciudad de Guayaquil, vestigios de estructuras prehistóricas (camellones) utilizadas para el control de inundaciones y en su superficie desarrollar una producción agrícola intensiva y diversificada. Estas estructuras son como un mensaje legado de nuestros antepasados, que se hizo evidente cuando a fines de los años 60, con fines de planificación, se observaron en las aerofotografías adquiridas en las oficinas de información de Washington.

Nicola Gligo y Jorge Morrello, en sus notas sobre la “Historia ecológica en América Andina”, relatan el manejo hidrológico y desarrollo de la cultura de regadío prehispánica, lo cual parece que después de quinientos años hemos olvidado.

Actualmente, las inundaciones y sequías ya no son eventos extraordinarios. En 2010 se informaba de 34 víctimas mortales, 12 mil personas evacuadas a 281 albergues. Alrededor de 75 mil hectáreas productivas afectadas, y $ 63 millones en pérdidas agrícolas y pecuarias. En febrero de 2012 se indicaba que las sequías producidas por el déficit de lluvias en la región Costa provocaron cuantiosas pérdidas en plantaciones en más de $ 220 millones.

En este panorama, las empresas agrícolas no se manifiestan afectadas “a buena hora”, esto indica que aprendieron la lección y hay soluciones. Los realmente afectados son los productores pequeños. La Universidad Técnica de Babahoyo UTB plantea la necesidad de prestar apoyo directo a las comunidades campesinas con la participación estatal y de los gobiernos locales para la organización de la comunidad campesina y evitar asentamientos poblacionales en las zonas inundables. Revisión sistemática de las obras de protección y las crecidas a través de un modelo matemático actualizado y planificación de las nuevas obras de protección, como son: los embalses de regulación y diques de protección, cuya operación y mantenimiento estarían bajo la responsabilidad de las Juntas de Usuarios.

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