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El Telégrafo

Inocencia de los musulmanes

20 de septiembre de 2012

Es difícil saber en qué terminarán las violentas protestas musulmanas contra las sedes diplomáticas estadounidenses en Libia, Egipto, Irán, Sudán, Indonesia, Gaza, Jordania y Yemen, así como impredecible fue el contagio democrático que acarreó la Primavera Árabe en el Medio Oriente.

Lo más probable es que las agresiones disminuyan con el paso del tiempo y queden como referencia histórica, pasada la ofuscación inicial que despertó la burlesca película “La inocencia de los musulmanes”, en la que se retrata a un mundano profeta Mahoma, ridiculizándolo como acosador sexual, pedófilo, homosexual y ladrón. Dicho cortometraje fue dirigido y producido por un tal Nakoula Basseley, líder de un movimiento cristiano copto extremista con sede en EE.UU. Por lo tanto, nada tienen que ver con la producción ni con la difusión de esa película las autoridades norteamericanas, que, por el contrario, han rechazado sus argumentos satíricos.

Sin embargo, desde hace algunas semanas se han difundido por las redes sociales y en YouTube algunas escenas de esa grotesca y burda producción cinematográfica. Esas imágenes (realmente ofensivas para aspectos sagrados del islam) están siendo utilizadas por extremistas religiosos para convocar a manifestaciones contra los Estados Unidos. 

Enmascarados detrás de la protesta, fue un grupo armado el que planificó el ataque en la ciudad de Bengasi en Libia, en el que resultaron muertos el embajador y otros 3 diplomáticos estadounidenses. Esta violencia premeditada demuestra que los procesos democráticos en Medio Oriente son muy complejos y que el terrorismo no bajó la guardia tras el asesinato de Bin Laden.

Lo que sí queda bien claro es que no solo persiste un movimiento antiestadounidense, sino que las diferencias culturales entre Occidente y Medio Oriente están lejos de minimizarse. Pero sucede que a nuestra cultura occidental no le fue fácil alcanzar una mayor tolerancia. Pasaron siglos y décadas de guerras y conflictos; separación de Estado e Iglesia; luchas contra la discriminación racial y de género; leyes, fallos judiciales y persistencia educativa para combatir la intolerancia.

Está por verse si el Gobierno americano se quedará en la crítica o tratará de bajar los ánimos de los musulmanes, presentando cargos contra Nakoula, quien al momento de hacer la película estaba en libertad condicional por otros crímenes, por lo que tendría su libertad de expresión restringida.

Sin duda alguna, Obama y Romney tienen ahora el gran desafío de mostrarse firmes ante la presión social en la búsqueda de justicia por los ataques, y comprensivos por las ofensas que causó la película, a fin de no seguir azuzando la violencia en los países musulmanes.

Lo más evidente es que cada vez se hace más imprescindible mayor educación, comprensión y tolerancia para evitar una guerra de civilizaciones, ya que no todos los musulmanes son ultraconservadores y terroristas, ni todos los occidentales somos infieles y blasfemos.

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