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El Telégrafo

Innovador y revolucionario

01 de agosto de 2013

El papa Francisco sigue intentando reformar ciertas reglas del catolicismo. La semana anterior, delante de cientos de miles de jóvenes reunidos en la playa de Copacabana para la celebración del Vía Crucis, ha dicho que Jesús entiende a aquellos que, hartos de la corrupción de los gobernantes y del caminar errático de la Iglesia, han perdido la confianza en la política y hasta la fe en Dios. Durante su visita a Brasil, abogó por más justicia social para los jóvenes y los viejos, para los detenidos, para las víctimas de la droga y para los desheredados de las favelas de Río de Janeiro.

Tanto los discursos del papa argentino como su participación en la Jornada Mundial de la Juventud, siguen teniendo un marcado carácter social, que concuerda con la noticia conocida por todos: desde que asumió el pontificado, el Papa está haciendo todo lo posible por acelerar la canonización de “la voz de los sin voz”, monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado en El Salvador, el 24 de marzo de 1980. Las últimas palabras de Romero todavía resuenan en su país: “Los militares están matando a sus mismos hermanos campesinos.

Ningún soldado tiene que obedecer la orden de matar. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, les suplico, les ruego, les ordeno que cese la represión”. Luego de pronunciar esas palabras, un certero disparo realizado por un escuadrón de la muerte, le quitó la vida.

Tras su muerte, llegaron los largos años de la sangrienta guerra civil (1980-1992) y más tarde los gobiernos hegemónicos del derechista partido Arena. Hasta el año 2009, ya con la izquierda en el poder, el gobierno salvadoreño empezó a honrar su memoria, cuando el presidente Mauricio Funes evocó el recuerdo de quien fue llamado “la voz de los sin voz”, diciendo: “Él dijo que la Iglesia tenía una opción preferencial para los pobres”.

Sin el ánimo de hacer un parangón entre ambos personajes, en su alocución del domingo pasado, el Papa expresó: “Los obispos deben amar la pobreza y ser hombres que no tengan sicología de príncipes… hombres que no sean ambiciosos”. Luego, acotó en forma contundente que el lugar del obispo para estar con su pueblo es triple: “O adelante para indicar el camino, o en medio para mantenerlo unido y neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que alguno se quede rezagado, pero también, y fundamentalmente, porque el rebaño mismo también tiene su propio olfato para encontrar nuevos caminos”.

Nada más ser elegido Papa, Jorge Bergoglio, dijo: “Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”. Hace más de 30 años, monseñor Romero, decía: “La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres”.

Su decisión no hace más que darle coherencia a su papado y esperanza a quienes todavía siguen luchando por la justicia social en América Latina. El papa Francisco ha empezado a edificar una iglesia renovada en sus principios y que vuelve su mirada a los más humildes, predicando el amor y la solidaridad con los que menos tienen.

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