Publicidad

Ecuador, 24 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

Inglaterra imita a Videla

07 de septiembre de 2012

En todo el mundo se conoce el horror que fue la dictadura de Videla en Argentina. Secuestros, campos secretos de exterminio donde se torturaba por años a cada secuestrado, personas vivas tiradas al mar. Miles de desaparecidos, de expulsados de su trabajo, de exilados, de presos, de perseguidos dentro del propio territorio. La Argentina convertida en un gigantesco campo de concentración, la persecución, el asesinato y la delación como políticas permanentes.

El actual Gobierno inglés estuvo a punto de superar en perversión a la dictadura argentina. Esta cumplió con un récord histórico al impedir la salida de la embajada mexicana en Buenos Aires al ex presidente constitucional Héctor Cámpora y al dirigente Juan Manuel Abal Medina (padre del actual jefe de gabinete en Argentina). Ambos estuvieron más de tres años encerrados en la embajada, sin que se les otorgara el salvoconducto para salir de territorio argentino.

Al menos pudieron estar en la sede diplomática; vivieron con sobresaltos, limitados en un mínimo espacio, pero la embajada no fue atacada. Por su parte, Inglaterra, hace tres semanas, amenazó con atacar la embajada ecuatoriana en Londres, de modo que cualquier incidente que allí se produjera contra la seguridad de Assange pondría a Inglaterra en un peor lugar de violación del derecho de asilo que la cometida por Videla y sus secuaces. Es de tomar la posterior palabra de Inglaterra de que respetará a la embajada ecuatoriana, la cual, en sentido diplomático, es territorio ecuatoriano dentro del espacio mayor de soberanía británica.

Pero ahora Inglaterra parece negarse a otorgar el salvoconducto a Assange. El pretexto semirridículo de un delito sexual (el cual, real o fingido por las presuntas víctimas -que asumieron relaciones consentidas-, no tiene entidad para provocar este tipo de conflictos) no alcanza a disipar la intención de “castigo ejemplar” que el imperio quiere infligir a quien ha humillado sus pretensiones de dominio planetario, y sus operaciones de espionaje -y también de acción ilegal- en cualquier territorio del mundo.

De modo que ahora ya no se trata de superar a Videla, pero sí de imitarlo. A la altura de la sangrienta dictadura, el Gobierno inglés se niega a otorgar el salvoconducto a Assange, el cual corresponde inequívocamente de acuerdo a las convenciones y acuerdos internacionales.

¿Se querrá tenerlo preso de hecho, ahora en la embajada ecuatoriana, convertido en un prisionero de espacio mínimo, y que más allá de la puerta de la embajada tiene declarada una sentencia que, muy presumiblemente, es de muerte?

Qué poco tiene que ver todo esto con la democracia, con el Estado de derecho, con la legalidad internacional y con la vigencia de las garantías individuales de los que se ufana la autodenominada “comunidad internacional”. La evidencia de un conjunto de poderes al servicio del capital que, apenas desafiado, muestra sus peores garras y su tendencia estructural a ponerse en el borde externo de la legalidad y la transparencia de procedimientos.

Contenido externo patrocinado