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El Telégrafo
Guido Calderón

Infierno azul

20 de julio de 2014

El derribo del avión de Malaysia Airlines con 295 personas a bordo, pone en el análisis turístico un elemento que se creía estaba a salvo de los conflictos armados o ideológicos a 13 años del atentado a las Torres Gemelas, estos son los aviones, que después del 9-11 incrementaron sus sistemas de seguridad en el embarque a niveles realmente molestos, pero necesarios.

La supercobertura mediática que recibe este último atentado y todas las secuelas de seguridad que se están implementando en Europa, desde cerrar el cielo de Ucrania hasta no volar por esta zona como lo han hecho American Airlines, KLM, Lufthansa, Air France, Vueling, Turkish Airlines,  Aeroflot, Transaerea, etc., generará tanta convulsión mediática por largo tiempo, que se tornará atractivo para grupos radicales realizar acciones similares para llamar la atención del planeta.

Este misil contra un avión de pasajeros civiles ha tenido tanto impacto en el mundo que habrá una disminución de viajeros en la misma Rusia -supuesto blanco original del atentado- en Europa, sudeste de Asia y a puertas del verano afectará a los principales receptores de turistas de la región y las poco halagadoras previsiones españolas para estas vacaciones podrían ser peores, y el miedo a volar se sumará a la recuperación de sus competidores, que son los destinos del norte de África.

Desde hace unos meses la Organización de Aviación Civil Internacional sugería a sus estados miembros utilizar rutas alternativas a las de Ucrania, conflicto armado que sigue patrones de la guerra en la antigua Yugoslavia –de atacar blancos civiles y evitar combates entre militares- que duró cuatro años en los que murieron unas 130 mil personas y hubieron millones de desplazados, ante la impavidez de la comunidad mundial y la lentitud de la Unión Europea; por lo que este evento puede ser el inicio de mayores acciones bélicas que justifiquen y acrecienten un miedo a volar que traerá consecuencias muy graves a las compañías aéreas, que como siempre trasladarán sus pérdidas al consumidor final de todo el planeta, incluso a nuestros países latinoamericanos, donde afortunadamente no tenemos conflictos armados, factor de seguridad que habrá que potenciar en nuestra propuesta turística.

Un segundo avión perdido en cuatro meses termina por quebrar a Malaysia Airlines, que aún no encuentra –con toda la tecnología que tiene Europa- los restos de los 239 pasajeros que embarcaron el 8 de marzo de este año. Un rayo sí cae dos veces en el mismo sitio.

Cielos oscuros se ciernen sobre el turismo mundial.

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