Publicidad

Ecuador, 01 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
José Vales

La incurable adicción del uribismo

31 de mayo de 2019

La adicción a la guerra de Álvaro Uribe Vélez y, por ende, de su delfín, el presidente Iván Duque, aparece como incurable. No hay vademécum político, ni jurídico ni diplomático que pueda lidiar con ella. Desde hace algunas semanas, diversos hechos vienen sacudiendo el mundillo político colombiano.

Primero, la llamativa renuncia del fiscal general, Néstor Humberto Martínez, ante la decisión de la Jurisdicción Especial para la Paz de no extraditar al miembro de las FARC Jesús Santrich a Estados Unidos. Una jugada que le permite al uribismo nombrar a una figura propia en la Fiscalía, mientras Martínez trata de mejorar su situación procesal por las acusaciones que pesan en su contra.

El fin de semana, fue The New York Times en una investigación el que reveló que el jefe del Ejército, general Nicacio Martínez, ordenó duplicar las bajas de civiles en lo que queda del conflicto armado en ese país. Traducido en colombianismos políticos, eso equivale a los “falsos positivos”, que marcaron a fuego los ocho años de Uribe en el Palacio de Nariño. O sea, hacer aparecer como bajas en combate a civiles asesinados a quemarropa.

La publicación originó una crisis en la prensa, ya que esa documentación estuvo en poder de la revista Semana, desde febrero, según lo manifestó en su última columna en Semana el periodista Daniel Coronell, a la postre, el que más y mejor investigó al uribismo y con quien mantiene un pleito por injurias en la Corte Suprema.

Coronell fue despedido de la publicación, fundada por Felipe López, hijo del expresidente Alfonso López Michelsen (1974- 1978), y hoy en sociedad con los banqueros Gilinski, sin que el director Alejandro Santos, sobrino del expresidente Juan Manuel Santos (2010-2018) explicara el porqué de semejante demora en la investigación y el motivo del desayuno que hace algunas semanas tuvo con el presidente Duque.

Así, esa suerte de promiscuidad de las familias (del poder) que históricamente caracterizó al periodismo colombiano quedó al desnudo como pocas veces antes. No obstante, actitudes como la de Coronell se erigen en el ejemplo cabal de que el periodismo, en rigurosa distancia con el poder, aún tiene sentido. Mucho más ahora, que el uribismo ratifica que es inmune a la paz y que su principal adicción no encuentra remedio. (O)

Contenido externo patrocinado