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El Telégrafo

Imperio decadente y cambio

13 de noviembre de 2013

Imperio agresivo, promueve un orden mundial injusto e inmoral que, como lo expresara en Europa Rafael Correa, antepone el capital financiero especulativo al ser humano y al trabajo, beneficiando a los países industrializados, las transnacionales y a los ricos del planeta, que acaparan cada día más.

Busca mercantilizar todo, hasta los derechos a la educación, salud, vivienda, cultura, transporte. Las invasiones y guerras desatadas por EE.UU. lo demuestran. Los pueblos han sido masacrados con miserables pretextos; lo prueban los casos de Irak, Libia y Siria, amenazada con invasión, la que ha sido frenada por China y Rusia, al igual que a Irán.

Se ha afirmado el bloqueo a Cuba, burlándose de la ONU que por más de 20 veces lo ha repudiado; en la última ocasión por 182 votos contra 2, el de EE.UU. y su protegida Israel.

Vivimos una etapa de espionaje en masa.  Ni sus socios europeos ni el Papa se salvan; es la intromisión burda en los asuntos internos de los países, mofándose del derecho público internacional, como lo han evidenciado hasta la saciedad Assange y Snowden.

Se masifica el deterioro y envenenamiento medioambiental. Ecuador ha denunciado la acción criminal de  Chevron en su territorio.

El imperio decadente lacera la humanidad. El emérito profesor Noam Chomsky, del Tecnológico de Massachusetts, escribe “El mundo se libera de EE.UU.” y afirma que no es miembro responsable del sistema mundial, es un Estado “rufián” que, siendo una superpotencia militar, ha practicado el asalto neoliberal con el FMI a los pueblos, privatizando, desregulado, reduciendo el gasto social, cuasi liquidando los Estados, hipotecando las naciones, cargando el peso de las crisis a los más pobres y utilizando las FF.AA. para servir a los ricos.

EE.UU. ha inobservado o rechazado los tratados internacionales como en 2012, cuando votó contra la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidades; en 1999 contra el Tratado Integral de  Prohibición de Ensayos Nucleares; hace caso omiso a los convenios para enfrentar los desequilibrios climáticos; no adhiere al CIDH, pero es su sede y manipula; en suma, sigue en la guerra fría, violenta los derechos de los pueblos y los derechos humanos (las cárceles de Guantánamo son un triste ejemplo). En plena globalización restringe los flujos migratorios y agrede a los migrantes. Su gobierno gira cada vez más a la derecha, no admite la oposición legítima y en su desorden hasta provoca su cierre virtual, afectando a su propia gente.

La reacción de los pueblos es buena, resisten.

En América Latina surgen por doquier gobiernos democráticos que realizan transformaciones profundas; se consolidan procesos de integración solidarios. Buscan destruir un orden de oprobio de las clases dominantes, por el imperio apoyadas, donde para producir hay que pedir permiso a los que no producen; el dinero fluye hacia los especuladores, rateros y entreguistas; muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias; se sacrifica a los que se oponen a la corrupción y componendas; espían en nombre de cualquier cosa, crean terror.

Todo esto hay que cambiar y para ello se debe combatir, en unidad de acción de los explotados. Está vigente la lucha contra el imperio y el actual orden mundial; por el cambio, soberanía, desarrollo, democracia, justicia social y la paz mundial.

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