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El Telégrafo
Víctor Mendoza Andrade

Impactos ambientales

16 de junio de 2015

El aprovechamiento de los recursos naturales renovables (RNR) para lograr el desarrollo de una sociedad es un derecho legítimo y para esto, en muchos casos, es necesaria la construcción de las llamadas obras de civiles como son las represas. Las cuales aseguran -entre otros beneficios- el almacenamiento del agua necesaria para el desarrollo de los cultivos y la regulación de los caudales de los ríos evitando las inundaciones  catastróficas en los valles de las cuencas hidrográficas.

De esta forma las obras civiles constituyen parte del desarrollo sustentable, enfoque holístico de la práctica agrícola por lo cual las obras deben estar armoniosamente vinculadas al medio ambiente; centradas no solo en la producción, sino también en la sostenibilidad ecológica del sistema de producción. En las prácticas agroecológicas, orientadas a la sustentabilidad, se introducen tres elementos que resultan claves: la preocupación medioambiental, el enfoque ecológico y la preocupación social.

Las estructuras de las obras civiles son elementos extraños al medio ambiente y su implementación ocasionará los llamados impactos, provocando cambios ambientales perjudiciales que a veces no son posibles evitarlos totalmente.

Me recordaban al respecto (con la nostalgia de perder algo que se tenía y no se podrá recuperar, definida como ‘saudades’, palabra que -se dice- no tiene traducción) que en los años de la década del 90, al llegar la época seca era posible desde el embarcadero de Balzar, siguiendo aguas arriba en una canoa, encontrar bosques de galería flanqueando las orillas del río y a los pescadores colocando sus trasmallos y al caer la tarde acampar cerca de sus campamentos para aprovechar del arroz blanco con pescado asado, acompañado de café negro que preparaban.

Estos cambios es necesario asumirlos y, de ser posible, recuperarlos. Pero otros son desastres definitivos, causados por el hombre como la desaparición del mar interior de Aral.

Se localizaba en el Asia Central entre Kazajistán (el país más extenso sin litoral marino) con un espejo de agua de 68.000 km². En el Cenozoico (65 millones de años) estuvo conectado con el mar Negro. En el Pleistoceno (10.000 a 20.000 años), separado del mar Negro, recibía las aguas de los ríos Amu Daria y Sir Daria, constituyendo un oasis en el desierto.

En 1960 se trasvasaron las aguas de los ríos con fines agrícolas secando el mar originando en pocas décadas uno de las peores desastres ecológicos del planeta ocasionado por los humanos. Como testimonio, la NASA (Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, siglas en inglés) ha publicado una serie de imágenes del mar desaparecido en medio siglo.

Resumiéndose las siguientes consecuencias:

“A medida que el lago se secaba, la pesca y las comunidades que dependían del mar se derrumbaron. El agua cada vez más salada se contaminó con fertilizantes y pesticidas. El polvo que se levanta del lecho del lago seco transporta los productos químicos agrícolas y se ha convertido en un peligro para la salud pública de toda la región y la sal ha degradado los campos de cultivo supervivientes. (O)

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