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El Telégrafo

Imagen desnuda y baile de brujas

12 de septiembre de 2012

Cada propuesta poética contiene un cúmulo de nostalgias, historias clandestinas, dolores anónimos, viejas relaciones, proféticos anuncios que intentan salvaguardar la monotonía vivencial. En la estructura del poema rutilante se desprende la desolación que conlleva a la muerte. En los adentros de la cita metafórica aguardan fantasmales percepciones que provoca el diminuto canto de los colibríes.

Desde la perversidad de las tentaciones la poesía confluye en un espasmo de lágrimas y sonrisas; su vuelo asciende cordilleras y se impulsa con la fuerza del viento. Es huella y tormento. Pasión y relicario. Fuego y ceniza. Castigo y revelación. Torrente de esperanza y pólvora letal. 

Gabriel Cisneros Abedrabbo (Riobamba, 1972), rompe su soledad y nos comparte su maldición lírica, a través de las publicaciones: “Ceremonias de amor y otros rituales”, “20 giros en la pólvora y otros textos”, “El otro dios que soy yo”, “Ombligo al infierno”, entre otras.

En el caso puntual de “20 giros en la pólvora y otros textos”, aparece la siguiente cita: “La poesía/ danzante/ en los páramos,/ recorre la espiral/ donde exhumábamos/ nuestras mutuas/ distancias”, en una revelación de dolores y rostros ajenos.

Cisneros desacraliza la palabra, induciendo a la erotización de los sentidos. Es la huella cautivante de los placeres detenidos en la arena del tiempo. Sus versos abren las puertas al infierno desde la exploración ebria del caos: “Entre tu piel y el yugo del amor, solo una lágrima desdentada vibra en los días donde mis transformadas dualidades se desvisten”.

En su actitud creativa tiende también a la cavilación de las temporalidades: “Ahora tengo tantas raíces que no me dejan vibrar en la transparencia del viento, que no me dejan ser simplemente porque ya no me pertenezco, ya no respiro desde mí, ya no pateo al mundo; simplemente porque he perdido…”.

Y, en la línea irreverente acoge la rítmica voz de Joaquín Sabina, como efecto de los desvelos y las querencias fugaces, en un reconocimiento a las noches interminables y a las inconfesables declaratorias de amor. Es el febril abrazo con el recuerdo y la resaca tras el frustrado matrimonio. Es la alegoría a la carne húmeda: “Tu sudor salado,/ mi lengua cansada/ y la cama en jaque mate/ gruñendo nuestro amor”.

Gabriel Cisneros es un guerrero de la frágil palabra, quien sale ileso de las inagotables batallas que produce la composición de las estrofas, en medio del fragor de los días inútiles. Es un sobreviviente del laberinto poético y sus evidentes contradicciones.

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