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El Telégrafo
Melania Mora Witt

III “…ligero de equipaje…”

01 de marzo de 2014

Hace 75 años llegó a Collioure (Francia) don Antonio Machado, excelso poeta español, a quien la inspiración de Joan Manuel Serrat volvió familiar. Allí falleció a los pocos días, después de que lo hiciera su madre. Iba enfermo de lo que Vallejo llamó “mal de España”, junto a miles de conciudadanos que se exiliaron como él.

Existe una coherencia absoluta entre vida y obra de este andaluz nacido en el último cuarto del siglo XIX, testigo de la decadencia imperial, al perder España sus últimas colonias. Educado en el Instituto Libre de Enseñanza, tuvo como maestro, entre otros, a don Francisco Giner de Los Ríos. Su profesión fue la docencia que la ejerció en varias latitudes de su país, entre ellas Soria, donde contrajo matrimonio y quedó viudo. La soledad acompañó su vida austera pero cercana a la gente sencilla y pobre para la que, junto a otros pensadores, preconizaba “despensa y escuela”, como elementos fundamentales para la superación de la pobreza y la ignorancia de la mayoría del país.

No escribo sobre Machado como crítica literaria, que no lo soy, sino porque amo su poesía, que conocí desde mi infancia de labios de mi padre.La proclamación de la República en 1931 entusiasmó a Machado, ya que se hacían posibles conquistas que llevaran a la superación de esa “España de mantilla y pandereta” que tanto fustigó. La insurrección fascista de 1936 truncó sus esperanzas y don Antonio se situó, junto a la mayoría casi absoluta de intelectuales del mundo, en la resistencia a la agresión brutal amparada por Hitler y Mussolini, frente a la actitud pasiva y cómplice de las democracias occidentales que pagaron su error en la II Guerra Mundial.

No escribo sobre Machado como crítica literaria, que no lo soy, sino porque amo su poesía, que conocí desde mi infancia de labios de mi padre, ya que el español era uno de sus autores favoritos, al punto que sobre su lápida está escrito un par de versos de la autoría del extraordinario escritor, cuya obra es actual y perdurable porque escribió poemas valederos para todas las épocas. Cuando la República lo evacuó de la capital  junto a otros intelectuales, ante la inminente llegada de las tropas franquistas, Machado se resistió manifestando su voluntad de “morir en Madrid junto a sus defensores”.

Por su profunda y serena poesía, y la lealtad a su pueblo y a su tiempo, sumo mi modesto homenaje a los múltiples honores que España ha rendido a quien escribió: “…Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo como los hijos de la mar”.

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