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El Telégrafo

Igualdad y sexualidad

25 de octubre de 2012

“La desigualdad es fácil porque exige solamente flotar con la corriente, allá donde la igualdad es difícil porque nos pide nadar contra ella” (Tawney). 

La vigencia de nuestros derechos es producto de una trayectoria de luchas, desde el acceso a la educación, trabajo y  salud hasta el derecho a elegir y ser elegidas. En distintas épocas fuimos vetadas para el gobierno o acusadas de brujas en otras latitudes, pero la lucha no ha terminado, es una constante para quienes vivimos en permanente conflicto con los patrones sociales y culturales que rigen una comunidad tradicionalista. Más allá de la norma jurídica, son los dogmas y el comportamiento humano alrededor que nos impiden vivir en plenitud.

A pesar de los avances en materia de igualdad en los últimos años, aún somos un sector que requiere mayor atención del Estado: el cáncer de mama es el tercer tipo de cáncer más letal en las ecuatorianas; el embarazo adolescente, solo en la provincia del Guayas, asciende a trece mil en lo que va del año -mostrando una aparente reducción-; y el aborto sigue siendo un problema de salud pública abordado como delito o pecado, olvidando que detrás hay mujeres de carne y hueso arriesgando en silencio su vida, privadas de atención médica hospitalaria.

Si bien a partir de 2008 el país da un giro, cambiar las conductas discriminatorias es cuestión de mayor tiempo y esfuerzo. El Estado ha generado iniciativas, programas sociales y políticas públicas incluyentes que rompen la lógica tradicional del Estado para atender esta realidad que afecta a la salud femenina, la Estrategia Nacional Intersectorial de Planificación Familiar (Enipla) es una muestra de ello por lo que es preciso reconocer la valentía de hablar de lo “prohibido” desde lo institucional, pero es necesario fortalecerla aún más.  

Abordar la sexualidad con lenguaje claro, abierto y sin tapujos es indispensable para una sociedad igualitaria; y sin duda es el camino más difícil que conlleva un enfrentamiento con las creencias, la Iglesia e incluso con el seno familiar.

Es fundamental en los cambios que se vienen gestando en el país la deconstrucción de posturas conservadoras aún presentes, necesitamos cimentar un Estado laico que trate nuestra problemática, permita el ejercicio pleno de nuestros derechos y nos atienda sin prejuicios.

Las miles de “evas” que habitamos el planeta demandamos nos liberen de las culpas, del pecado original que nos imputan.

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