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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

Arroz con leche, me quiero casar

07 de marzo de 2020

A pesar de que soy una de las que no se ha rebelado suficientemente, ni se ha desgañitado en contra de los varones, considero que la naturalización de los roles impuestos a hombres y mujeres en nuestra sociedad siguen condicionando el desarrollo personal y profesional de cada una de nosotras, instilando sutilmente en nuestra mente conceptos y comportamientos desde que somos niñas.

Sonreír. Ser buena. Ser complaciente. Casarse. No ser ambiciosa. Ser linda. Estar linda. No exhibirse. Estar impecable. Vestirse con modestia. No ser mujer pública. No promocionarse. Ser pasiva. Ser cortés y respetuosa. Ser amable. Nunca estar sola. No confrontarse. No quejarse. No reclamar. Ser responsable. Ser hacendosa. Ser hospitalaria. Saber cocinar, limpiar, lavar y planchar. Saber labores de mano. ¡Ufff! El solo enumerar las cualidades de la mujer perfecta me agota. Si eso es lo que la sociedad espera, ¿cómo salir adelante y volverse autónoma económicamente, dejar el rol servicial y preocuparse por una misma, en lugar de atender las necesidades del resto?, ¿cómo aspirar a lo que nos corresponde? La solución es cambiar el chip, negar la realidad y construir nuestro propio sueño. 

A las mujeres nos toca aún un largo trecho para ir educando a nuestros hombres en la igualdad. Mostrándoles una y otra vez que ser mujer es una enorme responsabilidad, que nuestra carga sigue siendo mucho más pesada que la de ellos y que nuestra labor es la más delicada en el sustento diario de la vida. Y a las mujeres nos toca también luchar en contra de sus negligencias, sus micro y macro machismos, sus acosos verbal y físico, sus maltratos y sus horrorosos crímenes de feminicidio.  Luchar contra ellos y no parar de denunciarlos.

Para este 9 de marzo las organizaciones feministas mundiales llaman a las mujeres a hacer un paro y a no participar de ninguna actividad, ni doméstica ni laboral. Ni una sola mujer en las oficinas, en las tiendas, en las escuelas, en las casas. Es una propuesta inquietante. Paradójicamente, ese negarnos a servir nos hará volvernos visibles. Tal vez sea la única forma en que los hombres entiendan que es imposible que sobrevivan si no cuidan de nosotras igual que nosotras cuidamos de ellos. (O)  

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