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El Telégrafo

Ideas comunes en torno a la drogadicción (III)

18 de junio de 2013

Una de las primeras acciones del papa Benedicto XVI en su breve pontificado fue  elevar la drogadicción al “estatus” de pecado. Como muchas cosas que hacen los pontífices, supongo que pensó que con eso era suficiente. Y debe estar durmiendo muy tranquilo, seguro de que hizo lo mejor que pudo respecto del tema, mientras en el mundo la gente se sigue drogando (como sigue fornicando, robando, mintiendo y matando) sin el más mínimo recato. O sea, ahora drogarse ya es pecado. Hurra.

En el mundo real comercializar droga siempre ha sido pecado. Y tan grave que, como todo pecado, trae grandes réditos no necesariamente a quienes lo cometen por debilidad humana, sino a quienes medran de esa debilidad para construir grandes emporios comerciales espurios. La penalización de las drogas es, hoy por hoy, uno de los pilares que sostienen la economía mundial. Y tal vez ese sea uno de los principales motivos por los cuales se la mantiene, aunque es más que evidente que no ayuda para nada a solucionar el problema de la adicción en nuestro tiempo. Más bien crea fenómenos sociales como el crecimiento exponencial de la delincuencia y la exacerbación de la violencia: decenas de miles de asesinatos de gente inocente; secuestros, extorsiones y corrupción a todo nivel.

Es precisamente en la prohibición en donde se asienta el narcotráfico como una de las más perversas y productivas industrias de nuestro tiempoEl discurso oficial respecto del tráfico de drogas ha sido durante mucho tiempo el de la penalización y el control como medida infalible. No se afirma que esté mal que en los hogares haya normas claras y consecuencias firmes ante ciertas conductas, pero no lo es todo. Cuando se evidencia que alguna persona joven consume drogas, la primera pregunta/acusación que se hace es: “¿Y cómo lo permites?”. “¿Por qué has perdido autoridad?”. En esta misma línea, se insta a las autoridades de los colegios y a los profesores a vigilar y controlar la distribución y el consumo en las aulas, desconociendo, por otro lado, la personalidad escurridiza y hábil, producto de la misma enfermedad, de adictos y “brujos”, que con frecuencia son una misma persona, e ignorando, por otro lado, que la adicción es un problema que exige soluciones mucho más complejas y estructurales que el solo control de la distribución y el expendio de sustancias prohibidas.

No podría negar que muchas de las personas que están a favor de mantener la penalización tienen buenísimas intenciones y lo hacen de buena fe. Sin embargo, es precisamente en la prohibición en donde se asienta el narcotráfico como una de las más perversas y productivas industrias de nuestro tiempo.

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