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El Telégrafo

Ideas comunes en torno a la drogadicción (II)

11 de junio de 2013

Uno de los lugares comunes más promocionados respecto de este tema es el de la eficacia de la prevención, pues una persona prevenida vale por dos y más vale prevenir que lamentar. ¿Pero en qué consiste? ¿Cómo se aplica?

Para prevenir el uso de drogas en nuestro entorno se nos aconseja el más descarado espionaje. Observa a tus hijos. Con quién se llevan. Cómo tienen su dormitorio. Qué música escuchan. Observa su lenguaje, su aspecto, su olor. Hurga, “arregla” su cuarto, revisa sus mochilas, ausculta el interior de sus libros y los bolsillos de su ropa.

¿Se puede vivir así? Digo, entrando en una definición de vida acorde con lo que se ha dado en llamar “sumak kawsay”. Al promover este tipo de actitud, lo único que se está haciendo es favorecer algo tan pernicioso como la misma adicción: codependencia, adicción a las personas, en este caso al presunto adicto: la inocente creencia de que se puede controlar su vida, la ilusión de que es posible impedir que consuma sustancias, y esta es una adicción tan insidiosa, incurable y mortal como puede ser la adicción a cualquier droga.

Si observamos la historia del siglo XX, las grandes eclosiones en el tema de la adicción se han dado como respuesta a sistemas  moralistas, pacatos e hipócritasOtra sugerencia para prevenir el uso de drogas es la información. Esto parecería más lógico: informar sobre los peligros y daños que las sustancias producen en el organismo humano. Pero, ¿previene algo la información? Porque existe otra de primera mano, también cierta y real: la información acerca de la maravilla que es consumir cierto tipo de sustancias. En un mundo, en una cultura inmediatista y hedonista como la nuestra, ¿qué importa que se te dañe el cerebro de por vida si has conocido el paraíso aunque sea por un par de segundos? ¿Qué aporta la información a la prevención en el uso de drogas? ¿Realmente a una persona adicta le importa lo que las sustancias que consume le hagan a su organismo? Un adicto busca llenar con sensaciones los huecos de su vida emocional, y la información biológica acerca de los efectos de inhalar cocaína o cemento de contacto poco o nada puede hacer en relación a esa desesperada filiación con la sustancia. Por otro lado, sabido es que lo prohibido, tenga los efectos que tenga, llama mucho más que lo permitido.

Si observamos la historia del siglo XX, las grandes eclosiones en el tema de la adicción se han dado como respuesta a sistemas excesivamente moralistas, pacatos e hipócritas. Tal vez este sea el momento de dejar de ver la drogadicción como un problema ajeno y comenzar a mirarlo con la humildad de quien se sabe dentro del tema, aunque sea colateralmente.

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