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El Telégrafo

Hospital del IESS Teodoro Maldonado Carbo

05 de octubre de 2012

Las necesarias exigencias de mostrar a la opinión pública los cambios que se registran en las diferentes áreas de la actividad gubernamental, gracias a la acción de la Revolución Ciudadana, establecen la necesidad sentida que, como columnista del periódico que me cobija, quizá recurrentemente relieve los merecidos méritos institucionales y también personales de muchas entidades del nuevo Estado y de quienes los integran, que unos eficientemente y silenciosamente construyen apostolados en su interacción profesional, especialmente en el accionar biomédico de la atención en salud y bienestar de la población.

El hospital Teodoro Maldonado Carbo es un ejemplo singular de lo que afirmo. La realidad actual de esa institución  hospitalaria supera absolutamente y con creces la entidad decadente que con premeditación fue dejada a su suerte para que la ambición neoliberal la privatizara, en los gobiernos de la partidocracia y que el pueblo impidió votando No, en una consulta popular admirable.

Hoy este nosocomio, como casi todos los que regenta el IESS, pronto se convertirá en un milagro de precisión en la atención de sus pacientes, con la modernización de sus equipos médicos de última generación, la modificación sustancial de sus instalaciones técnicas y de hotelería, pero por sobre todo por el trato afable y efectivo de su personal médico, paramédico y de servicio en el que la figura femenina como actuantes fundamentales constituyen un hito sustancial en la batalla contra las enfermedades y las dolencias de seres humanos que sufren y, desde luego, en su propia contienda por la equidad de género. 

Y es que la mujer, con su sabiduría innata y su natural disposición para el orden la solidaridad y el cumplimiento de las obligaciones, es un eslabón de suma importancia en la cadena de diagnóstico y tratamiento de las múltiples  patologías existentes.

He tenido el privilegio de observar y compartir la sapiencia de especialistas del sexo femenino cuya pertinencia corresponde a las dolencias de un ser querido, entre ellos la doctora Zulema Heredia Agurto, jefe de Medicina Interna del mencionado nosocomio, la misma que he tenido el honor de conocer en esta circunstancia especial. Ella, como su  médica tratante, con relevante  probidad científica y condición humana, ha desmadejado la complejidad del  síndrome, y a la que debo, desde ya, disculparme por mencionarla, dada su reticencia a la publicidad y a su ejemplar modestia, que no por coincidencia va de la mano de su conducta ejemplar como dirigente y médica excepcional.

Durante las largas semanas que he permanecido en las aposentadurías del Maldonado Carbo he visto trajinar a la doctora Heredia  Agurto  desde las siete de la mañana hasta las 19 horas y aun llevar consigo  trabajo a su hogar después de 12 horas extenuantes. No exagero al decir que su actitud funcionaria, si bien es cierto sorprende, no es  extravagante ni vocinglera y es compatible con su formación espiritual y los postulados de la patria nueva.

Como actor y testigo de los servicios que ahora brinda el Seguro Social, que ha dejado de ser un simple consumidor de documentos, para convertirse en un creador de esperanzas, puedo establecer que la administración del IESS, encabezada por el economista Ramiro González, ha tenido enormes aciertos, especialmente en el área de la salud, y en la dotación modernizadora de sus centros de salud y hospitales, tales como el Teodoro Maldonado Carbo, que serán el espejo para la nueva era de la atención biomédica en el Ecuador.

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