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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Homo dramaticus

08 de octubre de 2014

Para qué engañarnos: el melodrama nos priva. Esto no quiere decir que los sentimientos que empujan a reacciones más o menos impactantes no sean auténticos. Pero también es fácil ver cómo la autenticidad y la artería se dan la mano de las peores formas cuando de una guerra ideológica se trata.

Auténtico, por ejemplo, el sentimiento de una madre que, ante el apresamiento de su muchacho, cae de rodillas y dice lo que cree que tiene que decir, dirigido a quien cree que lo tiene que dirigir. Artera la mano que empuja el micrófono hacia la boca sollozante. Más artera la cámara que captura el momento de desesperación irreflexiva en donde la angustia suele ganar a la capacidad de pensar con claridad. Mucho más artera la mente que escribe el pie de la foto en cuestión. Igual, artera la intención que coloca la foto en redes sociales y comenta desde su interés.

Arteros los cientos de miles de interpretaciones antojadizas, frases imperativas, insultos, palabras rimbombantes de que se llenan las opiniones con igual dramatismo y peores intenciones. La reacción de esa madre, no por auténtica menos dramática, es manipulada y utilizada hasta el agotamiento. Y los corazones sensibles se conmueven hasta las lágrimas y se indignan hasta el odio sin pasar por ningún filtro la información recibida a través de todas las arterías que se han dado cita por el camino.

Auténtica la reacción dolorida de los jóvenes que son detenidos o sentenciados por su desafortunada participación en las manifestaciones, de la manera en que se les acostumbró a protestar, convenciéndoles de que así es como se consigue una de dos cosas: la inmortalidad o el pretendido cambio. Auténtico el llanto, la preocupación por el futuro, la frustración. Artera nuevamente la cámara que hace close-up a mansalva de los rictus doloridos. Artera la formulación del titular. Artera la entrevista en donde la pregunta va dirigida ya desde su origen a la manipulación, a la respuesta pretendida y a su casi nunca exacta valoración. Artera la visión minuciosa del presente ante la despreocupación por un pasado en el que incluso murieron jóvenes estudiantes y la tortura y el escarnio de los detenidos llegaron a altísimos niveles, y en donde sí se violaron sus derechos fundamentales.

Auténticos los sentimientos, los hechos, las doloridas reacciones. Artera la visión sesgada que los medios imponen a través de las medias verdades y las nunca bien intencionadas descontextualizaciones de los sucesos y las acciones de las personas.

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