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El Telégrafo

“Homenaje al dictador, homenaje a la muerte”

16 de junio de 2012

El 10 de junio se efectuó en el teatro Caupolicán, de Santiago de Chile, un homenaje extraño. No se trataba de la exaltación de acontecimientos patrióticos o de celebrar a hijos ilustres de aquel país, que por sus actos heroicos o méritos cívicos merezcan perpetuarse en la memoria del pueblo. Por eso lo repudiaron la Agrupación de Familiares Detenidos Desaparecidos, la Corporación de Defensa del Derecho del Pueblo, la Asamblea Nacional de Derechos Humanos y miles de ciudadanos.

El personaje a quien exaltó un reducido grupo de fanáticos fue Augusto Pinochet, el general traidor, asesino del presidente democráticamente electo Salvador Allende y de un incontable número de víctimas, en quienes cebaron su sevicia seguidores que guardan prisión después de haber sido juzgados con benignidad por tribunales temerosos del poder que aún hoy detentan los herederos políticos del dictador y nostálgicos del fascismo, que obtuvieron en ese gobierno privilegios incontables.

Bajo Pinochet, durante 17 años imperó el terror en Chile. La historia ya ha dado su veredicto al comprobar, incluso por el Congreso norteamericano, que no fue solo el anticomunismo enfermizo en contubernio con los altos círculos económicos y políticos de ese país y de los Estados Unidos en el régimen de Nixon y Kissinger, lo que impulsó sus terribles acciones. Una red de corrupción en la que estaba envuelta su familia y los militares que compartieron el golpe creó fuertes lazos de complicidad que se mantienen.

La Concertación no cortó de raíz esos tentáculos, de ahí la desilusión popular con gobiernos que no pudieron implantar una Constitución que dejara atrás, realmente, a la dictadura. Hoy, un gobierno de derecha, que durante las elecciones se empeñó en demostrar su lejanía de los pinochetistas, permitió este vergonzoso homenaje que equivale a que en Alemania después de la II Guerra se hiciera una exaltación de Hitler, algo que está prohibido por las leyes.

El premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, en su intervención en la 1ª Reunión de la Asamblea Intercontinental de Serpaj, con la presencia de 14 países latinoamericanos, reunida en Valparaíso, reprochó a Piñera por permitir esa provocación y definió el homenaje al dictador como un homenaje a la muerte, lo que no es nuevo. La exclamación del fascista Millán Astray en la universidad de Salamanca: “Abajo la inteligencia, viva la muerte” sigue identificando al fascismo de ayer y de hoy.

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