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El Telégrafo

Hasan Rohani: ¿Gorbachov u Obama iraní?

07 de agosto de 2013

Expectativas demasiadas altas marcan la investidura del séptimo presidente de la República Islámica (RI). Ocho años del gobierno de Ahmadineyad, que según Hasan Rohani, ha dejado el país en ruina económica, la procedencia política del mismo jefe del ejecutivo, la realidad de una región que se desangra y va a la deriva, y las relaciones de las potencias con Irán invitan a la prudencia sin perder la esperanza del cambio.

La ceremonia de la investidura, en la que fueron invitados todos los jefes de estado y gobierno del mundo, salvo los de Israel y EE.UU., fue una puesta en escena del fin de la era de Ahmadineyad, marcada por el aislamiento internacional de Irán. Entre los ausentes “relevantes”, los presidentes de Rusia y China, con los que Rohani se encontrará en Bishkek (Kirkizistan) durante la reunión anual de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en septiembre. La prensa “demócrata” estadounidense presenta a Rohani como aspirante a Gorbachov iraní que con sus “glasnost” y “perestroika” será capaz de desmantelar la RI, y salvar a EE.UU. de involucrarse en una terrible guerra. ¡Error! Rohani ni es el máximo dirigente de Irán ni simpatiza con las democracias liberales (hoy desprestigiadas), ni busca una rendición gorbachoviana ante Washington.

Él más bien es un Obama: un hombre del sistema que viene a remendar los destrozos de su antecesor, y aunque proclama “yes, we can”, ni puede –por estar rodeado de lobos, lobbys y tiburones-, ni quiere lanzar reformas que cambien la estructura del poder, puesto que iría contra los intereses de su propia clase social. Ambos comparten la habilidad de presentar sus fracasos como logros. Obama en Irak, Afganistán, Libia, Guantánamo… y Rohani, su responsabilidad de estar 16 años al frente de las negociaciones nucleares con el grupo 5+1, con trágicos resultados para los intereses nacionales del país. Dice mucho de él que, aún sin pisar el palacio presidencial, ha tumbado una de sus principales promesas, que era incluir mujeres en el gabinete. ¡Ni una! Que aplastar los derechos de la mujer –la mitad de la población- pase desapercibido y no levante revuelo entre la gente civilizada, lo sabíamos. Ha vuelto a recalcar el principal rasgo de la unión Estado-religión: el modelo del poder basado en el género que convierte a la mujer en el instrumento de afianzar la derecha conservadora y retrógrada. Ella representa un formidable peligro para el edificio carcomido y arcaico de las relaciones del dominio milenario masculino, por lo que debe estar alejada del poder. Rohani tampoco liberará a los presos políticos. Ni siquiera a los ancianos líderes del Movimiento Verde, Karroubi, Musavi, y Rahnavard, en arresto domiciliario desde 2009. El todo poderoso jefe del Estado, Alí Jamenei, condicionó su liberación a una declaración de arrepentimiento (humillación) público, a lo que ellos se negaron. Las escasas facultades legales del presidente ni le autorizan para confeccionar su gabinete. Antes de pedir el voto de confianza en el parlamento, Rohani tuvo que mostrar la lista de sus candidatos a ministros a Jamenei, quien rechazó cuatro de ellos.

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