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El Telégrafo

Han sido seis largos años

02 de noviembre de 2012

Han sido seis largos años. Seis años en los que se han dilucidado procesos que no siempre fueron claros. Se ha develado la idea que se tiene de la patria nueva. Lo que en inicio fue una cosmovisión del progresismo, una amalgama de siglas identificando a la despartidización de la política nacional, terminó por depurarse en el camino. ¿O fue acaso que la construcción de este proceso fue desilusionando? ¿O acaso la percepción de desarrollo no siempre fue compatible para cada elemento de la cohorte? ¿O es la metodología la que no agrada? ¿O acaso la redistribución de los privilegios y los derechos no son el paraíso que todos pensaban? ¿O es acaso el discurso que se queda en retórica?

Hay un tema recurrente en estos seis años: las libertades restringidas desde el ultrapresidencialismo. Una serie de decisiones políticas que han fortalecido la visión institucional del correísmo en desmedro de la conflictividad. Decisiones que no siempre está clara su procedencia: visceralidad, timing político, agenda pública, construcción de país. Una postura de constante ofensiva que genera un choque entre la construcción de este proyecto político híbrido en el que se ha convertido el Socialismo del Siglo XXI y la construcción de un debate nacional inclusivo.

El poder que ha logrado centralizar el Presidente no es gratuito, pero sí es riesgoso. Este modelo de poder nace de una confrontación constante entre el Gobierno y las élites dominantes. Una confrontación que no puede ser librada desde el consenso por los objetivos últimos que han tenido estos círculos de poder históricos, y cuyo desgaste es mínimo ante la complejidad de la imagen de un presidente en candidatura perpetua. El riesgo es la misma naturaleza del poder, que es manifestado en niveles y formas distintas, y que converge siempre en la discreción, en el voto dirimente, del Ejecutivo.

La solución no está en los deseos presidenciables. De los mejor posicionados, al uno se lo comen vivo y el otro dejará que nos coman vivos. Está en un proceso de democratización del poder a través de una independencia más efectiva de los poderes: electos, ciudadanos y fácticos. Es una necesidad de encontrar una pluralidad efectiva, un termómetro ciudadano que sirva para recordar al proceso que “La Patria Avanza” debe ser remolque del conjunto. Que, en la tumultuosa construcción de un Estado inclusivo, es necesario aceptar la crítica y cuestionarse, de vez en cuando, las decisiones que tomamos. Han sido seis largos años y los retos no han hecho más que multiplicarse.

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