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El Telégrafo

Hacia una auténtica democracia

08 de diciembre de 2013

Soñamos con vivir felices y libres en una sociedad abierta a la iniciativa y participación del pueblo, titular de la soberanía, donde haya equidad, justicia, no excluidos ni segregados, igualdad de condiciones para todos desde el nacimiento, de suerte que nadie permanezca en el analfabetismo o excluido de la educación, sin acceso a la salud, especialmente si nace con discapacidades, que tenga vivienda adecuada y servicios básicos, empleo, alimentación y posibilidades de mejorar su condición mediante el esfuerzo personal, donde el único límite a la libertad sea donde empiezan los derechos de los conciudadanos; una sociedad regida por la mayoría que respeta los derechos de las minorías y la oposición crítica, con armonía en el funcionamiento de los órganos de poder, fluidez de la información objetiva y libertad de expresión. Un estado de derecho.

Es una utopía irrealizable en el sistema capitalista depredador, en crisis sistémica, cuyas estructuras corporativas, financieras, militares, políticas y culturales son imperiales; cuya economía está al servicio del capital e impera la corrupción, Vano que busque supervivencia recurriendo a la guerra, o desparasitándola como si fuera solo una democracia enferma.

Una auténtica democracia es realizable mediante la búsqueda del bien común, que implica algo más que elecciones periódicas y buscar pactos entre mayorías y minorías para asegurar la gobernabilidad. Es esencial el respeto de los Derechos Humanos y las libertades fundamentales, como lo postuló en 2002 la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, al establecer las características esenciales de una democracia.

Hay consenso en que ésta se basa en 4 pilares: 1. Economía humana, solidaria, donde predomine el valor de uso sobre el de cambio, que produzca bienes para la gente, no capital para unos pocos; 2. Respeto por la ecología, no depredación; 3. Universalización de los procesos democráticos: soberanía popular, participación, igualdad, pluralismo social, cultural, étnico, religioso, lingüístico, sindical, etc., responsabilidad de los poderes públicos, régimen de opinión pública, división, control y responsabilidad del poder, con espacio para una sana oposición y ejercicio del espíritu crítico, democracia no solo política sino también económica, cultural, social; 4. Interculturalidad para no imponer la cultura occidental como la única posible, descartar que el poder económico sea el dominante, que un solo país domine el mundo política, cultural, económica, financieramente.

Participe en el debate. La democracia es de todos.

Post Scriptum: Con la muerte de Mandela perdemos un colosal constructor de la auténtica democracia que requiere el mundo.

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