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El Telégrafo

Hacia un luminoso destino

24 de mayo de 2013

Millones de ecuatorianos en el territorio nacional y fuera  de él  estarán con sus oídos y ojos alertas a la transmisión radial y de televisión  de los actos de posesión del nuevo período presidencial de Rafael Correa Delgado, y con seguridad  lo harán otros tantos  hermanos latinoamericanos y del mundo en este día glorioso de nuestra historia en que se conmemora la Batalla de Pichincha, que selló nuestra primera independencia del yugo colonial.

La Revolución Ciudadana es ya un fenómeno  ideológico  político que convoca al análisis de estudiosos y expertos en todo el orbe, que con interés y satisfacción por los resultados obtenidos en lo económico y social  manifiestan sus  conceptos  y pronósticos favorables a nuestro devenir.

Y es que las circunstancias de progreso material y el desarrollo humano por los que atraviesa nuestro pueblo son diametralmente opuestos a lo que sucede en  otras tierras y, por tanto, se vislumbra  una transformación pacífica,  constitucionalmente realizada, destinada a cambiar los fundamentos mismos de los malos tiempos de los regímenes  partidocráticos, dándole cabida a las nuevas ideas y a la conducta de una democracia participativa para todos,  prosiguiendo la obra del gran Alfaro.           

Es indudable que los hechos sombríos del pasado todavía pesan en la vida nacional; la moral no se   puede  imponer por decreto, los tinglados de extorsión edificados desde siempre -estamos ciertos- desaparecerán paulatinamente; el amiguismo y maltrato y el desinterés  burocrático por la cosa pública del que presumen algunos funcionarios tendrá que terminarse más pronto que tarde, porque  los cambios se los  construye desde hoy, pero pensando en el mañana, dejando aquel ayer oprobioso en el cesto de desperdicios y, por tanto, mirando firmemente hacia adelante.

Los nuevos rostros del gabinete y los anteriores que rodean al presidente Correa, combinación de juventud y experiencia, son garantía de eficiencia y seguramente de la más calificada inteligencia y preparación; todos ellos son gentes que miran el porvenir sin la tentación de hacer lo mismo; y tampoco -lo sabemos- implica aceptar medias verdades, o mirar al costado cuando exista una inversión de los términos éticos. Y es que nuestra institucionalidad, antes  del año 2007 -con honrosas  excepciones- y con los paréntesis civilizatorios del régimen de Eloy Alfaro, estuvo plagada y saturada de contenidos y acciones reñidas con el buen gobierno, que magnificaron el asalto al poder por mezquinas ambiciones personales de  oscuros aventureros y mercaderes  que hicieron del ejercicio gubernativo  formas  miserables de lucro  personal y de  grupo.

La formalidad  de la lógica y el conocimiento que tenemos de las ejecutorias del nuevo vicepresidente Jorge Glas Espinel son una garantía fundamental y ratificación de  pensamiento y  actividad  edificantes, en  referencia a aquella  política de Estado, “el cambio de matriz productiva”,  quizá la iniciativa más importante en toda la  vida del Ecuador, que marca un antes y un después  e inicia la senda para romper la dependencia que heredamos de centurias de expoliación y dolor. También tendrá una respuesta exitosa  al ser entregada a su   responsabilidad y   acción,  otro reto para lo que está debidamente preparado en lo moral y en  lo  técnico.  

El pueblo ecuatoriano,  con su unidad, trabajo y la conducción de sus líderes que hoy asumen el mando, está seguro  de construir su propio destino, a partir de este 24 de Mayo, nuevamente triunfal y glorioso.

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