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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Hacia el nuevo orden mundial

25 de julio de 2014

Después de la caída del campo socialista en Europa, en la década del noventa, palabrejas se adueñaron del léxico político universal ‘globalización y neoliberalismo’ como las recetas mágicas de un proceso en lo económico, social y cultural que solventaría la solución de los problemas de la humanidad, que el socialismo real aparentemente no pudo resolver por  errores inconfesables de sus líderes, acosados eternamente por los fuegos agresivos enviados desde Occidente a sus pueblos. La etapa neoliberal vigente tiene origen, lustros antes que llegara el tercer milenio y con cebo globalizador a partir de la victoria lograda por el factor fáctico ante los poderes populares, en la penúltima década del siglo XX, con un disfraz que enmascaró al capitalismo mendaz de siempre.

Muchos dirigentes de tierras más allá del Primer Mundo mordieron el anzuelo. Desde Etiopía, el coronel Megistu proclamó su adhesión a la ‘nueva era’, las dictaduras del Cono Sur lo hicieron también y algunos gobiernos ‘constitucionales’ juraron seguir su ejemplo. Se anunciaba el fin de la historia y la raíz de un devenir nuevo y distinto. Los tratados de libre comercio eran la panacea, la ‘aldea global’ sería el hogar de todos, y hasta se pensó en una cultura planetaria única.

Empero, lo que realmente sucedió fue estrictamente lo contrario, la iniciativa estrella ‘fordista keynesiana’ del capital cedió ante la avalancha del  capitalismo especulativo financiero, cuyo escudo es evitar generar riqueza social, empleo, inventiva, solo y bien, producir dinero e intereses agiotistas. Y así, pronto aparecieron voces admonitorias, alarmadas ante la perspectiva de una civilización adscrita a la más enajenante forma de explotación. Octavio Paz nos alertó cuando dijo: “Han fallado unas respuestas, pero las preguntas siguen vigentes”; con convicción e ironía, el investigador hindú Vandana Shiva exclamó: “La globalización no es nueva; nosotros, en el Tercer Mundo, acostumbrábamos llamarla colonización”. Han pasado los años y la crisis actual en Europa y Estados Unidos de connotaciones sociales gravísimas y que se sostiene todavía en límites intolerables, sustenta el fracaso de la ideología neoliberal. El legado perverso de su sino en la segunda modernidad se esboza en gloria y majestad con políticas de deportaciones de toda índole, aun de niños; o que en muchas urbes grandes y pequeñas de EE.UU., la indigencia sea un delito con acciones punitivas severas, aunque el 20% de ellos se debata en esa condición; el Viejo Continente dejó atrás el ‘Estado de bienestar’ por el que durante centurias lucharon generaciones.

No obstante, la intención política del neoliberalismo de crear un orden mundial unipolar se tambalea, ahora la arquitectura de la multipolaridad justa, para todos los humanos es posible. Hay ya un espíritu de compromiso con las grandes causas transformadoras. Ha culminado en Brasil la reunión del grupo Brics, llamado así por las iniciales de las repúblicas que lo forman: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, y que solventan la presencia de economías en pleno auge. Una de ellas, la segunda del orbe con expectativa de ser la primera; países que ocupan el 27% del territorio del planeta, con población que asciende al 40% del mundo, con un PIB cercano al 25% del total mundial.

De las resoluciones de esta cumbre deben relievarse dos hechos fundamentales: el primero referente a las colaboraciones plenas en áreas científicas, de petróleo, gas, energías hídricas y nucleares, industrial, con sustancial apoyo financiero -sin condiciones ni alineamientos- con toda la patria grande, representadas por las uniones Unasur y Celac. Y el segundo la fundación del Banco de Desarrollo, con el acuerdo de Reservas de Contingencia, evidente alternativa de democracia crediticia, frente a aquellas, nacidas en Breton Woods en 1944: BM y FMI, de ingrata recordación. Estamos ciertos de que es un buen comienzo y puede ser el inicio de un orden mundial que sustituya al antiguo, injusto e inmoral, por otro, lozano, que abrazará tablas de salvación para personas, naciones y valorará realizaciones libertarias y propiciará la comunión de almas limpias.

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