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El Telégrafo

Hablando de cultura

14 de mayo de 2013

A propósito de las reacciones ante el nombramiento de Paco Velasco como Ministro de Cultura, hemos observado las variadas ideas que tiene la gente respecto de lo que significa en nuestros imaginarios el término cultura. No vamos, en este espacio, a manifestar nuestro acuerdo o desacuerdo con este nombramiento, sino a reflexionar acerca de lo que la gente (y no la más sencilla, sino la que tiene acceso a redes sociales, tertulias y otro tipo de conversatorios) entiende y defiende como concepto de cultura.

Por ejemplo, después de todo el desarrollo de la antropología y otras ciencias sociales, es sorprendente la cantidad de personas que equipara el término “cultura” a “cortesía” o “buena educación”, entendiendo esto por mesura, comportamiento en la mesa, conocimiento del orden en que se debe saludar y otro tipo de cosas que Carreño se dedicó muy bien a detallar en su Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres. A partir de este concepto cuestionan con mucha seriedad que una persona fogosa, quizás en ocasiones un poquito malhablada y enfática en lo que afirma, haya sido elegida para ocupar este alto cargo. Incluso ponen a circular en redes sociales una fotografía de Paco Velasco eufórico en alguna manifestación de cuyo motivo no quiero acordarme, descamisado y con una cita impresa a un lado en donde hay una suerte de amenaza o algo así. De esta manera quieren desmerecer su nombramiento, partiendo de este antiguo concepto que, sinceramente, pensábamos que había sido superado desde hace rato.

También se equipara el término “cultura” a “instrucción” o “información”. De ahí la utilización del término “cultura general” como conceptualización del mínimo de información que una persona debería tener precisamente para no pasar por “inculto”. Y la gente que no conoce a Paco Velasco se pregunta cosas tan folclóricas como: “¿Qué puede saber sobre cultura un periodista?”. Pregunta improcedente porque un periodista, un comunicador, debe tener algo más que una simple “cultura general” y estar más bien empapado de todo tipo de conocimientos relacionados con los diversos campos del hacer humano.

La cultura de nuestro país, en todas sus manifestaciones, y sobre todo en las de raigambre más popular, ha sido consuetudinariamente ignorada, olvidada y maltratada.

Trabajar por ella no es una cuestión de información general o buenos modales. Es una cuestión de arrestos, ganas de trabajar y determinación. Y ojalá que más temprano que tarde todos y todas pudiéramos comprenderlo así.

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