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El Telégrafo
Sergio Kiernan

Guerra con Irán

06 de agosto de 2019

Los buques ya patrullan, las bases aéreas en la región están en alerta y reforzadas, ya están llegando 6.000 soldados más y está listo el plan para una operación con 120.000. Estados Unidos no está en guerra con Irán, pero la idea ya pasó de fantasía a peligro posible. Lo que cuesta pensar es una razón válida para que esta guerra suceda, excepto la ya enorme antipatía de los norteamericanos hacia los iraníes y la simple lógica de la razón imperial.

En el imaginario estadounidense, como en el de tantos países, los extranjeros registran poco y con estereotipos simples, cosa de no fatigarse. Los franceses son aliados, aunque volubles y no muy confiables. Los británicos son una potencia de segunda, pero leal y con estilo. Los rusos son malos, pero poderosos y por eso respetables. En ese universo simplificado, hay dos retratos algo más complejos, el de los chinos, que compiten, pero te rodean en tu vida cotidiana con esos productos tan deseables; y el de los iraníes.

Los iraníes son los que tomaron la embajada en 1979, caso único en la historia, y tomaron de rehenes a los diplomáticos. Son los que inventaron al Gran Satán y cada año marcan la fecha desfilando sobre una enorme bandera norteamericana pintada en el asfalto.

El día nacional, el de la revolución, todavía se marca quemando banderas yanquis. Sus líderes son teócratas incomprensibles con ropas de Star Wars, su política es conspirativa y llena de organizaciones terroristas impronunciables. La antipatía es real y por lo tanto fácil de vender puertas adentro. Es tal el capital político que el mismo Bill Clinton arrancó en 1995 la primera campaña internacional para arrinconar a Irán.

Donald Trump decidió construir a Irán como su enemigo propio, exagerando un prontuario que es cierto. Los ayatolás sostienen y arman a Hezbollah, que les funciona como una suerte de base militar en el Líbano para atacar a Israel.

Pero nada de esto sostiene la frase que circula entre los duros de Washington que afirma que Irán “controla” Bagdad, Beirut, Sana’a y Damasco. Ya le gustaría al régimen que eso fuera cierto, como le gustaría ser la potencia militar y económica que describen los halcones norteamericanos a la hora de preparar una guerra posible. (O)

Tomado de Página 12

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