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El Telégrafo

Guayaquileños felices

07 de octubre de 2013

Se cumplen 193 años de la Independencia de Guayaquil, que invita a celebraciones, festejos y reflexiones sobre la ciudad y sus habitantes. Guayaquil es una ciudad moderna y progresista que mira hacia el futuro. Como urbe tenemos problemas, pero avanzamos.

Los guayaquileños somos gente pujante, frontal, alegre y optimista. Amamos lo nuestro, por eso admiramos el barrio Las Peñas, donde surgió la ciudad; nos deleitamos de la música de Julio Jaramillo y del pasillo; somos fanáticos de Emelec y Barcelona; saboreamos nuestra comida típica.

En la cultura, recordamos a nuestros poetas como Medardo Angel Silva, Miguel Donoso, etc. Sin duda, hay diferencias según la generación; pero, sin importar la clase social, edad, raza, credo, género, etc., tenemos estas características que nos distinguen del resto del país; pero siempre somos respetuosos, altivos, apasionados y buena gente.

Un diario guayaquileño publicó un reportaje sobre un sondeo realizado por la empresa consultora Amanta sobre la felicidad del guayaquileño, que estaría representada por la armonía, el amor, la familia y hacer felices a los demás.

Destaca las virtudes del guayaquileño que pone, en sus relaciones personales, en primer lugar a la familia y a Dios, pues nosotros queremos mucho a nuestras madres, padres, hermanos, tíos, etc.; nos gusta amar, estar con nuestros familiares, reunirnos, celebrar, etc.

Las personas que viven en los barrios centrales, Urdesa y suburbio son las más felices de la ciudad, y las menos felices están en las zonas marginales...

La mayoría somos católicos y creemos en Dios. Estos son los principales sentimientos y valores del guayaquileño; pero además nos gusta estar con los amigos, la farra, la diversión, etc.; pero también somos trabajadores, emprendedores, creativos, miramos hacia adelante, etc.

Según el sondeo, las personas que viven en los barrios centrales, Urdesa y suburbio son las más felices de la ciudad, y las menos felices están en las zonas marginales, o sea en el otro Guayaquil, el Guayaquil profundo, que tiene carencias, pobreza, limitaciones de servicios básicos, etc.

Esto hace reflexionar de qué depende la felicidad. En un libro de marketing se señala que la empresa es la intermediaria entre las personas y la felicidad, como si ésta se alcanzara con la posesión de bienes y servicios; pero el libro rectifica diciendo que la felicidad no recae en objetos sino en nosotros mismos. J. Krishnamurti, un gurú, dice: “De manera que nuestro propósito es cómo enriquecer nuestra vida, no con dinero y todas esas cosas, sino cómo tener una vida interiormente rica, lo cual no es enigmático… Creo que la llave de la felicidad está en nuestras manos…. El conocimiento de sí mismo resultante del descubrimiento propio…”.

Han surgido muchos libros y técnicas que tratan de orientar al individuo en la búsqueda de un camino en la vida para obtener el éxito, la autorrealización y la felicidad. En mi blog (www.finanyeco.wordpress.com) resumo algunas lecturas: los 7 hábitos de la gente altamente eficiente de Covey, Coaching; Programación Neurolingüística, Inteligencia Emocional, budismo, yoga, etc.

La clave es tener equilibrio en los aspectos más importantes de la vida, ser capaz de cambiar e irradiar la felicidad de uno a los demás.

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