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El Telégrafo

Guayaquil por la patria (1)

19 de septiembre de 2013

No puede entenderse la existencia del Ecuador sin la presencia y el aporte histórico de Guayaquil. Por eso mismo, son de obligada recordación nacional todos los grandes hechos que se han gestado en esta ciudad–puerto y que han contribuido a la libertad y el progreso nacionales.

En esa perspectiva, el hecho de mayor importancia histórica es sin duda la revolución anticolonial del 9 de octubre de 1820, que tuvo caracteres especialísimos y propios, que la distinguen de otros fenómenos similares, y cuyos efectos alcanzaron al interior de nuestro país e incluso a toda el área del Pacífico Sur.

Cuando se produjo esa revolución, nuestro país se encontraba otra vez bajo el dominio colonial, pese a que se había rebelado antes que nadie en Hispanoamérica, mediante la revolución quiteña de 1809 y la posterior campaña de independencia, derrotada finalmente por los españoles en diciembre de 1812, en el combate de Yaguarcocha. A la muerte o el exilio de nuestros primeros patriotas se había sumado el oportunismo de otros rebeldes de la primera hora, que luego figuraron como funcionarios del restaurado gobierno colonial.

Y en esas estábamos cuando Guayaquil se alzó contra el dominio español y levantó el pendón azul y blanco, mediante una revolución que retomó el proceso de independencia nacional iniciado en 1809 y lo condujo finalmente a su triunfal culminación en Pichincha.

Además de su esencia libertaria, la revolución de Octubre tuvo espíritu democrático y vocación burguesa, con lo que abrió las puertas y ventanas de nuestro país a la llegada de los nuevos tiempos del capitalismo.

Ese espíritu democrático se expresó en la convocatoria de una Asamblea de Representantes de los pueblos de la Provincia Libre de Guayaquil, que se reunieron el 8 de noviembre, aprobaron un Reglamento Provisorio de Gobierno y nombraron una Junta de Gobierno presidida por José Joaquín Olmedo e integrada por Rafael Ximena, Francisco Roca y Francisco Marcos. Y la vocación burguesa, propia de un puerto en dinámica expansión, se manifestó en el establecimiento del libre comercio y la creación de una Diputación de Comercio.

Esa revolución guayaquileña tuvo efectos más allá de sus lindes provinciales. Al crear la División Protectora de Quito, la Junta de Gobierno presidida por Olmedo mostró su vocación nacional, enfocada a liberar el resto de la Audiencia de Quito. Y gracias al generoso aporte de recursos, vidas y sangre que la Provincia de Guayaquil hizo a la campaña de liberación del resto del país, se alcanzó el triunfo final de Pichincha, que contó también con el fundamental respaldo de la División Colombiana y de la División Peruana, todos bajo la conducción militar de Sucre.

El 9 de octubre de 1820 tuvo también importantes efectos internacionales: alteró el equilibrio estratégico sudamericano a favor de las fuerzas independentistas, privando a los realistas del control militar y económico de tan importantísimo puerto, cuyas exportaciones de cacao les habían permitido financiar la guerra en Sudamérica. E hizo de Guayaquil la base expedicionaria para la campaña libertadora del Perú, emprendida poco después por Bolívar, con el entusiasta respaldo de la sociedad porteña, siempre amante de la libertad.

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