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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Guayaquil, ¿octubre o julio?

02 de agosto de 2014

En un artículo anterior mencioné algunas efemérides que en diversos años se dieron, dentro y fuera del  país, en julio. Un lector me reclamó por no haber incluido la fundación de Guayaquil, acontecida en dicho mes.

Amo entrañablemente a la ciudad-puerto en la cual resido desde hace muchos años. En ella han transcurrido los mejores días de mi vida. Como para muchos, Guayaquil ha sido espacio generoso y abierto, en el cual he podido cumplir muchas de mis aspiraciones personales y profesionales. Aquí formé mi hogar y junto a mi compañero, durante 48 años, compartí penas y alegrías. Nacieron nuestras hijas, las vimos crecer y formarse y luego volar hacia su propia realización. Aquí dejó de latir el noble corazón de mi esposo, quien, durante todo su ciclo vital, se identificó con esta urbe en la que reconocía, por sobre todo, su pasión libertaria.

Desde el  9 de octubre de 1820, Guayaquil ha sido pionera en la lucha por la independencia, obtenida por el esfuerzo propio de sus hijos. Desde aquí, Sucre armó su victoriosa campaña culminada el 24 de mayo de 1822. El 6 de marzo de 1845, la ciudad lideró un movimiento que representa el real nacimiento del Ecuador.

Durante los largos años que antecedieron al triunfo del liberalismo, los guayaquileños contribuyeron en forma decisiva a que Eloy Alfaro y sus compañeros iniciaran el desmantelamiento del estado feudal. Años más tarde, la sangre de  sus obreros inauguró, el 15 de noviembre de 1922, la reivindicación de los derechos de los trabajadores. El 28 de mayo de 1944, su pueblo se tomó las calles y obtuvo con su sacrificio el fin de una dictadura, durante la cual Ecuador perdió un tercio de su territorio. Jamás fue Guayaquil ajena a las transformaciones que se dieron en el país, muchas veces con un alto costo en vidas de sus hijos.

Por las razones anotadas, no comparto -aunque respeto- los festejos por la conmemoración de la fundación española de la ciudad. No se trata de negar la historia sino de rescatar lo que a mi juicio tiene un valor imperecedero: la identificación de Guayaquil con la lucha por la libertad y la democracia. Data de pocas décadas la celebración de fechas relacionadas con la colonización española y eso no fue casual. Tanto en Quito como en el puerto se ha pretendido destacar aquellos hechos por sobre los que marcan nuestra independencia. Esa decisión corresponde a una política bien definida.

Por ello, para mí, Guayaquil es, por sobre todo, la ciudad de la ‘aurora gloriosa’ del 9 de Octubre.

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