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El Telégrafo

Guayaquil: la revolución necesaria (3)

07 de diciembre de 2013

En la ciudad de Guayaquil todavía son muchos los factores que podemos examinar tienen un rendimiento poco satisfactorio. No se puede considerar que una persona, una institución, una ciudad o un país hayan triunfado, si en muy pocos aspectos han acertado o se encuentran excelentes, mientras que en la mayoría de las personas se han equivocado, son insuficientes y han fracasado. Los desbalances son peligrosos. La historia nos ha enseñado que en la sociedad los desequilibrios han producido los peores y más sangrientos eventos sociales que han existido.

El libro La revolución necesaria, de Peter Senge (y otros autores), plantea unas muy buenas estrategias exitosas para que individuos y organizaciones (educativas, empresariales, gobiernos y comunidades) puedan utilizarlas en diversos grupos humanos y que a la vez cumplan requisitos ambientales y contribuyan para crear un mundo sostenible.

El libro ¿Por qué fracasan los países?, de Daron Acemoglu y James A. Robinson, examina en forma exhaustiva una diversidad extraordinaria de factores que actúan en la prosperidad, decadencia y fracaso de países, en el pasado y presente. Lo que queda muy en claro es que no es la ubicación geográfica ni la riqueza de los recursos naturales los determinantes de la riqueza o fracasos de una ciudad o país, sino los factores culturales y en especial la política económica.

Un modelo es exitoso cuando la mayoría de la población de una ciudad y país logra un buen estado existencial, se siente bien. No es suficiente que pocos vivan en forma excelente, la mayoría subsistiendo o sobreviviendo, y otros en malas condiciones atentando los mínimos derechos humanos.

Hemos triunfado como ciudad y como país cuando tan solo pocas personas, en unos pocos aspectos, no se han desarrollado integralmente. Lo contrario es una visión engañosa del ser humano. Ese pensamiento engañoso esconde la mediocridad y la marginación social. Esa posición ha sido utilizada múltiples veces, manipulada y confeccionada de mil formas en nuestro entorno diario educativo y político.

Nuestra verdadera e íntegra forma de medir el éxito y compromiso debería ser si, como personas, podemos definirnos como triunfadores que han utilizado hasta el límite las potencialidades, aptitudes y talentos que cada quien tiene al servicio de su comunidad, distrito, ciudad y país. Se requiere que, armónicamente, la excelente política económica nacional se encuentre en el mismo nivel que la administración municipal, las fuerzas productivas y los ciudadanos.

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