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El Telégrafo

Guayaquil: la revolución necesaria (1)

23 de noviembre de 2013

¿Cómo vemos a Guayaquil? Es la ciudad más poblada del Ecuador y la más importante. Además, podemos decir que en pocas ciudades del mundo se pueden encontrar los más diversos y extraordinarios contrastes.

Lo que más llama la atención es el contraste entre los barrios amurallados propios del primer mundo, y las ‘invasiones’ de gigantescas poblaciones humanas que han migrado desde todas las provincias del país.

El nivel de vida, la disposición de elementales servicios, como educación, salud, luz eléctrica, agua potable, alcantarillado, vivienda, son las variables que lastimosamente definen estos contrastes y asimetrías que son abismales.
Guayaquil es más que solo edificios bellos o las (pocas) áreas de recreación donde se lleva a recorrer a los turistas. Si desea ser comparada con los estándares del primer mundo, debe ser medida por su capacidad productiva, educativa, científica, tecnológica, deportiva, artística y de convivencia. Guayaquil es una ciudad desequilibrada. No podemos medir el éxito de una persona, ciudad o país por lo que más brilla y es motivo de sano orgullo, sino por la cantidad de aspectos obscuros, no desarrollados. La pregunta real no es solo cómo la vemos, sino si podemos tener la valentía de aceptar que la visión nos puede hacer sentir vergüenza.

Todo cambio comienza midiendo nuestras ventajas posicionales y nuestras herramientas. Todos hemos escuchado que, por su ubicación geográfica, Guayaquil se encuentra en el golfo más importante de la costa del océano Pacífico de América del Sur. Pero hay que tomar en cuenta que los nuevos centros mundiales son más basados en el desarrollo intelectual aplicado que en mero comercio. ¿Podríamos llegar a ser la Singapur o Hong Kong de nuestra región?

La ubicación geográfica de Guayaquil es importante, pero insuficiente, al no contar con el potencial de talento humano cultivado al más alto nivel que la actividad económica y comercial necesita para funcionar.

No se trata tan solo de un cambio de personas. Tampoco de un cambio de grupo económico y político. Se trata de un cambio de época: encontrarnos todos en la era del conocimiento, superando a la industrial y preindustrial o agrícola. El desarrollo integral y armónico exige el desarrollo al máximo de todos los aspectos: educación, capacitación y esfuerzo común de todos sus habitantes. Debe ser más que un simple eslogan de calcomanía de carro. Esa es la revolución necesaria que requiere urgentemente Guayaquil.

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