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El Telégrafo
 Pablo Salgado, escritor y periodista

Guayaquil de mis amores

01 de agosto de 2014

“Tú eres perla que surgiste/ del más grande e ignoto mar/ y si al son de su arrullar/ en jardín te convertiste/”… dice la canción -de Lauro Dávila- más emblemática del principal puerto del país. Un jardín que, con los años, ha crecido de modo desordenado y caótico, en donde cada día -y al mismo tiempo- se evidencia la inequidad y la carencia de servicios mínimos, pero también la opulencia.   

Guayaquil es una ciudad misteriosa, en donde surgen, sin advertencia mínima, los más grandes episodios de amor o los más inesperados hechos de dolor. No hay medias tintas.  Quizá por ello no es fácil conocerla y entenderla. Y no es fácil amarla, aunque, si se logró traspasar esa diminuta línea, se queda impregnada en ti para siempre.  

Guayaquil, la más grande ciudad del país, como escenario político es aún más difícil y pocos son los ‘elegidos’ que logran adhesiones y lealtades permanentes. No es -y ahora menos- el simple y ramplón populismo el que logra captar el respaldo popular.  Si no, basta mirar lo que ha sucedido en los últimos años.

Ningún gobierno, desde el retorno a la democracia (y antes), ha invertido tanto en Guayaquil como el de la Revolución Ciudadana, 773 millones de dólares solo en el último año. Y sin embargo, no ha logrado que la mayoría de los guayaquileños se adhieran al proyecto político del Gobierno. Por el contrario, se ha consolidado el modelo impuesto por el Partido Social Cristiano.   

Ningún gobierno ha dedicado tanto esfuerzo, tantas obras, tanto tiempo como el de la Revolución Ciudadana, y sin embargo el alcalde Nebot es reelegido una y otra vez.  En el último año la Alcaldía invirtió (según cifras del gobernador Panchana) 663 millones de dólares, es decir menos de lo que invirtió el Gobierno. Y sin embargo goza del fervor mayoritario.

No se trata, entonces, solo de entregar recursos y obras. Se trata de entenderla. Y solo ese entendimiento será el que lo lleve a traspasar esa línea delicada y, casi siempre imperceptible, que le permitirá construir una relación de cercanía, de adhesión y de lealtad.

Y lo que es más, en la última conmemoración cívica, el pasado 25 de julio, mientras el presidente (e) Glas apenas estuvo acompañado por el prefecto Jimmy Jairala, el alcalde Nebot estuvo rodeado del alcalde de Quito, Mauricio Rodas; del alcalde de Manta, Jorge Zambrano; del alcalde de Machala, Carlos Falquez; y del prefecto del Azuay, Paúl Carrasco. ¿Otro error político del movimiento PAIS y del Gobierno? Sin duda.

Guayaquil es una ciudad viva, compleja, difícil y en disputa permanente. Una ciudad en la cual, por ejemplo, conviven los jóvenes artistas que, a toda costa y sin apoyos (la Casa de la Cultura es precaria -en ideas y en recursos- y la Dirección Provincial de Cultura sencillamente no existe), luchan por el acceso al espacio público controlado (maniatado) por una Alcaldía represora.     

El Gobierno debe empezar a entenderla, a sentirla, a vivirla. A lo mejor se requieren otros actores, pero sobre todo otras lecturas y otras miradas. De todos modos, al final, en la ciudad “siempre imponen su querer/Guayaquil de mis amores”.

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