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El Telégrafo

Golpismo de los “demócratas” venezolanos

19 de abril de 2013

No sabemos cómo siga todo cuando sea publicada esta nota; cuando la escribimos, la amenaza golpista se cierne sobre Venezuela, a partir de la pre-programada "protesta" lanzada por el perdedor Capriles, ya vencido por dos veces consecutivas en sus aspiraciones de interrumpir el proceso popular en curso en el país caribeño.

Capriles sabía que iba a perder; lo decían las encuestas, lo sabíamos todos. Fue una sorpresa que esta vez se le ganara por un margen pequeño; pero su respuesta antidemocrática a la derrota en las urnas es obvio que ya estaba preparada, como parte del conocido manual internacional de la desestabilización política. Como sabemos que vamos a perder y sabemos que será nada menos que por seis años, aprovechemos las elecciones para denunciar fraude y armar un tremendo escándalo nacional.

El programa de Capriles -ya anticipado muchas veces con declaraciones insólitas sobre supuestas "irregularidades a futuro" en las elecciones- ha implicado el incendio de varios locales del PSUV en diferentes ciudades de Venezuela, y al menos siete personas muertas por los incidentes. Nada menos. Esto mientras se sigue agitando el desenfreno opositor, mostrando así cómo las banderas de "democracia" son apenas una fachada, y detrás de la misma (como a menudo sucede) lo que se esconde son los más mezquinos intereses corporativos de pequeños sectores que pretenden mantener sus privilegios económicos y de poder.

La brutalidad y violencia de las derechas latinoamericanas pretende justificarse -como suelen hacer los niños- en que "los otros son muy malos". Con la satanización de los gobiernos populares de la región, parece que luego cualquier cosa se justifica. El razonamiento es doblemente falaz: la violencia no viene estructuralmente desde gobiernos como los de Venezuela, Argentina o Ecuador, sino desde sus adversarios. Y por otra parte, debe destacarse que si éstos tuvieran alguna consistencia ética, no podrían responder de esa manera brutal (aun si alguna vez recibieran ese trato), si es que quieren mantener que ellos son democráticos y cuidadosos de reglas que los gobiernos populares, según ellos, no son capaces de cumplir. No puede justificarse la propia barbarie en nombre de la presunta -o en su caso real- barbarie del otro.

Lo ocurrido en Venezuela es elocuente. Crónica de una violencia anunciada. Violencia pretendidamente "democrática", violencia de los que echan a los demás la culpa de la violencia. Violencia recurrente, pues la historia del golpismo en Latinoamérica no comienza ahora, sino que guarda una lamentable historia de cuanto menos un siglo de oprobiosa vigencia.

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