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El Telégrafo
Tobias Simon *

¿Tras el golpe llega la revolución?

13 de abril de 2019

Luego de 30 años en el poder, el presidente Omar Al Bashir fue depuesto. Los sudaneses han demostrado que son capaces de derrocar pacíficamente a un presidente que no desean ver en el poder. Al Bashir gobernó el país con mano de hierro. Hubo activistas encarcelados y torturados. En las regiones limítrofes con Sudán del Sur y en Darfur se produjeron reiterados combates. Y la corrupción es omnipresente entre la élite sudanesa.

Grandes protestas han venido sacudiendo Sudán desde diciembre de 2018. Por ese motivo, el golpe de Estado no puede considerarse como un hecho aislado, sino que es más bien el resultado de una cadena de acontecimientos: tras la secesión de la región sur del país, en 2011, Sudán perdió no solo una parte significativa de su territorio hasta ese momento, sino también gran parte de sus ingresos provenientes del petróleo. Aunque los Estados del Golfo Pérsico financiaron el régimen una y otra vez, las tasas de inflación de hasta el 70 por ciento se convirtieron en normalidad más que en excepción.

Las recientes manifestaciones fueron tildadas despectivamente de “protestas del pan”. La gente salió a las calles contra el encarecimiento del pan y el combustible. Pero, en el fondo, también se trataba de derechos humanos y libertades.

Al contrario que el aparato de seguridad, el Ejército siempre estuvo cerca de la población. Abrió sus puertas a los manifestantes y los protegió activamente frente a los ataques del aparato de seguridad. La razón es que el Ejército es uno de los mayores empleadores de Sudán y apenas existe familia en el país en la que alguno de sus miembros no forme parte de las fuerzas de combate.

El tiempo inmediatamente posterior al golpe es decisivo para el rumbo del país. Con la destitución y arresto de Al Bashir por parte del Ejército, los manifestantes han logrado un objetivo central, pero es improbable que puedan cumplirse el resto de sus reivindicaciones. Ya el anuncio del ministro de Defensa de instaurar un Consejo de Transición formado por militares hasta que se celebren elecciones dentro de dos años tropezó con resistencia en las calles. Por eso, el futuro del país es incierto. (O)

* Tomado de DW

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