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El Telégrafo

Genocidio en Egipto

20 de agosto de 2013

Desde el cielo, helicópteros militares dispararon balas y gases lacrimógenos contra los miles de manifestantes reunidos en un espacio abierto del barrio de Ramsés, ubicado en el centro de El Cairo, convocados por la Hermandad Musulmana. De acuerdo a datos proporcionados  por esa organización -el mayor y más fuerte grupo opositor del actual gobierno espurio de la nación africana-, el trágico resultado de aquel feroz e inusual ataque armado fue un centenar de muertos que yacían en los hospitales de campaña de la zona.

Pero algo peor sucedió durante el llamado “Viernes de la ira”, cuando los enfrentamientos entre el Ejército y los islamistas provocaron la muerte de centenares de egipcios. Solo en El Cairo murieron más de 100 personas como consecuencia de los choques entre gobiernistas y casi desarmados partidarios de Mohamed Mursi, quienes protestaban por la terrible operación policial del miércoles anterior contra dos campamentos de los manifestantes asentados en El Cairo, lo que dejó 800 asesinados a mansalva y con premeditación.  

Estos son solo unos pocos pasajes sangrientos de los muchos que ocurren actualmente a diario en Egipto y que hasta ahora han provocado miles de muertos. Los barrios de diferentes ciudades del país se han convertido en campos de batalla  y sus plazas en los lugares de concentración para protestar por el golpe de Estado del 3 de julio de 2013, que derrocó a Mohamed Mursi, el presidente constitucional del país ubicado en el noreste de África, quien accedió al poder el 30 de junio de 2012,  luego de su triunfo en la segunda vuelta electoral.

La administración de Mohamed Mursi coincidió con un período de problemas económicos y sociales en EgiptoLa paz y los principios democráticos, de respeto a la vida y a los derechos humanos, se han alejado de la población de Egipto, actualmente víctima de un genocidio permanente. El Ejército nacional y la Policía de ese país vienen fustigando sin descanso todas las manifestaciones de protesta por el golpe de Estado, concentraciones que, además, exigen el retorno al poder de Mohamed Mursi, hecho prisionero desde el 3 de julio, siendo desconocido su actual paradero. ¿Qué se pretende con esta nueva dictadura en Egipto? ¿Sucedía acaso que Mursi no respondía a los intereses de los amos del mundo, que buscan siempre entregar el poder a vendepatrias atentos a cumplir con los designios extranjeros, aunque se lesionen los derechos de su propia nación? Quizás la respuesta podría estar en las recientes declaraciones de la vocera del Departamento de Estado, Jennifer Psaki, quien afirmó: “La razón por la que continuamos ofreciendo ayuda a Egipto es porque tenemos una larga y amplia relación que tiene que ver con nuestra seguridad nacional y la estabilidad regional”. Y hay que recordar que Estados Unidos entrega cada año 1,3 mil millones de dólares en equipo y armamento a Egipto.

Aunque la ley señala que, de suceder un golpe de Estado en esa nación, se suspendería de inmediato aquella asistencia. ¿Qué está sucediendo entonces? Mohamed Mursi, ingeniero y político de 61 años, considerado un moderado dentro del movimiento islamista, fue elegido por primera vez al Parlamento en el 2000, y desde abril de 2011 fue presidente del Partido Libertad y Justicia fundado por los Hermanos Musulmanes, luego de la revolución egipcia de ese año, que derrocó a Hosni Mubarak. La administración de Mursi coincidió con un período de problemas económicos y sociales en Egipto. Por otra parte, entre sus acciones de gobierno se destacan su interés por la propuesta de una ley que hubiera blindado la figura del presidente frente a cualquier desafío legal, la redacción de una nueva Constitución a favor de los derechos civiles y aligerar la dimisión de varios miembros del Ejército. ¿Acaso con esto apuró su caída?

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