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El Telégrafo

Fui asaltado…

09 de enero de 2014

Lo cual no es una novedad en la ciudad de Guayaquil y, además, fue la tercera vez que me ocurre en un lapso de 36 años. En un semáforo, un muchacho me apuntó con su pistola y me pidió el celular, que nunca lo tengo a mano cuando manejo, así que le entregué mis gafas y mi anillo de matrimonio (no sé si esto significa que soy nuevamente soltero). Un camionero detrás de mí que se percató de lo que pasaba empezó a pitar, lo que puso nervioso al malandrín y aceleró el proceso. Rápidamente el pillo, mencionando duramente a mi mamá, me pidió que me largara. Casi le agradezco y me fui todo nervioso. No fue nada espectacular. El ladrón sabía lo que hacía; probablemente años de entrenamiento lo habían vuelto un profesional en estos robos. Y lo peor es que yo en el fondo pensaba que esta vez había salido bien librado, pues en los dos asaltos anteriores terminé en el hospital. ¿Qué les parece?

En general, los guayaquileños (lo soy de corazón) tendemos a ver este tipo de delitos como triviales y sin consecuencias. Casi los miramos como pecadillos de ladronzuelos callejeros que son insignificantes, pero la realidad es que cuando son tan repetitivos, se estaría enviando una señal de que está bien delinquir y aun en gran escala. Y los resultados son agobiantes: en 2008, 4 de cada 10 guayaquileños consideraban insegura la ciudad; en 2011 esta cifra se elevó a 8 de cada 10; me asusta pensar que en  2014, todos aceptemos que vivir en Guayaquil es peligroso.

Hay unos 3.500 presos en el nuevo Complejo Penitenciario Guayas, que antes estuvieron en la Penitenciaría (que tuvo 5.724 presos, cuando su capacidad era de 2.533) y en ‘La Roca’ (construida en 2005 para 150 presos peligrosos). Es posible que unos dos mil delincuentes estén libres y haciendo sus fechorías en las calles de nuestra urbe. Muchos de estos criminales entran por una puerta de las comisarías y salen por la otra; o tal vez ni siquiera entran. Tenemos entonces una terrible ecuación: delincuencia + impunidad = inseguridad, como lo plantea Xavier Neira Menéndez y agrega: “Tratar de lavarse las manos -en materia de seguridad y justicia- echándose la pelota entre jueces, fiscales y Policía revela miopía y quemeimportismo”.

Voy concluir citando al Dr. Bayardo Moreno-Piedrahíta Tatés: “Si queremos salir del laberinto de la delincuencia, analicemos con sabiduría el problema y propongámonos con valentía a erradicar a los delincuentes y, al mismo tiempo, tomemos la decisión firme de combatir a la impunidad del delito, desterrando las causas que la ocasionan y destituyendo al juez venal o empleado corrupto; pero para esto, unámonos e involucrémonos para poner solución a todas las causas de orden económico, político y social que ocasionan esos graves males”.

Tenía que ser asaltado iniciando este nuevo año para sensibilizarme con este tema.

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