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El Telégrafo

Fraternidad con el Perú

21 de noviembre de 2013

Acaba de celebrarse en Piura una nueva reunión de Gabinete Binacional, presidida por los jefes de Estado de Ecuador y Perú. Estas reuniones se han vuelto ya tan comunes que los ciudadanos de ambos países las miran hoy como cosa normal y corriente, propia de dos países hermanos que viven en paz y buscan colaborar para la mejor atención a la población de la región fronteriza.

En mi calidad de historiador, me alegra inmensamente constatar los beneficios que la paz y la consecuente fraternidad han traído a nuestros países. Ahí donde antes reinaban la acritud, la desconfianza y el recelo, ahora relucen las galas de la amistad, la confianza y la alegría. Y eso se expresa tanto en asuntos de alta política estatal como en hechos prácticos de servicio a la ciudadanía.

Ecuador acaba de inaugurar en la fronteriza ciudad de Huaquillas un hospital de alta especialidad, con 45 camas, equipado para atender problemas médicos complejos y abierto al uso binacional. Y, hace pocos días, la prensa informó el modo en que los servicios médicos ecuatorianos salvaron la vida de una paciente proveniente de la selva peruana, trasladándola por vía aérea hasta Loja. Seguramente habrá historias parecidas o equivalentes al otro lado de la frontera.

Encuentro que los historiadores ecuatorianos y peruanos debemos contribuir activamente a fortalecer este clima de fraternidad que impulsan nuestros países a través de sus gobiernos. Y es que, dentro del pasado tiempo de confrontaciones, fuimos, de modo inevitable, defensores de los puntos de vista de nuestros respectivos países.

En los días del conflicto del Cenepa, recuerdo vívidamente un debate en vivo que organizó Andina de Televisión (Canal 9) de Lima, para informar a su ciudadanía sobre las razones de uno y otro país. El programa se llamaba ‘Fuego cruzado’ y era conducido por Mariela Balbi y Eduardo Guzmán, quienes azuzaban la controversia entre sus invitados, que eran un historiador, un diplomático, un sociólogo y un general retirado por cada país. Por Ecuador estuvimos quien escribe esta nota, Francisco Huerta Montalvo, Adrián Bonilla y Richelieu Levoyer.

Al término de la reunión, me aproximé al historiador peruano participante, doctor Percy Cayo, y le obsequié los libros y mapas en que había sustentado mi exposición. Todavía un poco sorprendido por mi gesto, me agradeció el regalo y al día siguiente me hizo llegar una colección de sus obras. Ese fue el inicio de una inolvidable amistad, que solo fue truncada por su prematura muerte, aunque luego la hemos continuado con su esposa Gladys.

A los historiadores ecuatorianos y peruanos nos toca ahora reencontrarnos para emprender la búsqueda de nuestras raíces conjuntas, para recordar las luchas y esfuerzos compartidos, para estudiar esas migraciones que desde antaño cruzaron la frontera común, llevando y trayendo sangres, apellidos, experiencias e ideas.

Desde ya, la Academia Nacional de Historia, del Ecuador, abre sus puertas para la llegada de nuestros queridos colegas de la Academia Nacional de la Historia, del Perú. ¡Bienvenidos ellos! ¡Y bienvenidas la paz y la fraternidad entre nuestros países!

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