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El Telégrafo

Franquicia de banca neoliberal

17 de diciembre de 2012

Muchas ocasiones se ha dicho que sería ingenuo creer que el neoliberalismo se alejó del país y la evidencia es el cambio de ropaje que ha tenido desde la crisis bancaria. En términos ideológicos se ha encubierto en un retrógrado moralismo -alejado de una ética social- y centrado en un individualismo de la competencia entre los más fuertes.

Entre esas caras están las vergonzosas declaraciones de un candidato “evangélico” que no tiene pudor alguno en usar el credo cristiano para sacar el moralismo más retrógrado. Dejando de lado a este candidato vergonzoso, encontramos otro que representa a ese neoconservadurismo de la moral utilitaria centrada en la privatización como modelo de un Estado-empresa.

El candidato banquero, en una entrevista del pasado miércoles a la agencia de noticias Reuters, declara que lo que pasa en algunos países, como Venezuela o Bolivia, es producto de una “franquicia ideológica, al igual que la franquicia de McDonald’s en los alimentos”. De la abundancia del corazón habla la boca.

Es sintomático este modo de ver la política y la lucha social como una operación de mercado, donde lo que se busca son los royalties; es una lógica del comercio político, donde el Estado debe ser un mero canalizador de recursos y sostenedor de la infraestructura básica, es decir, que el Estado no puede tener lineamientos éticos, solo técnicos-operativos.

De ahí el discurso, casi vacío y repetitivo del “emprendimiento” que llega a ser una entelequia en todo discurso que se encumbra de altruismo y buena voluntad, ocultando la fe en la competencia más pura para que triunfe el más fuerte; casi un mito de la sobrevivencia del más fuerte y el sometimiento del que no lo logró.

Emprendimiento, como esa actitud y aptitud del individuo para “emprender” nuevos retos; pero lo que queda oculto es la cara de la explotación, la perversa inequidad en la distribución de la riqueza en una sociedad de clases, estamentos y castas, estructurada a imagen y semejanza del capital mercantil, especulativo y hacendatario.

Ni siquiera la campaña electoral empieza y el discurso trillado del emprendimiento se agota: el candidato afirma que el país debe firmar acuerdos de libre comercio con los países desarrollados para expandir las exportaciones. Ese es el país emprendedor; aquel que reafirma su modelo primario de exportaciones, donde la banca nutriría del capital suficiente, aventajada por las inversiones extranjeras.

Este tipo de propuesta parece salir de lo celestial y poco de la realidad histórica del Ecuador; es como que nada ha pasado. ¿Será acaso hacer del Ecuador un gran banco del barrio, donde nadie es socio del banco y peor aún recibe parte de las ganancias obtenidas? ¿El ideal será que todos tengamos cuentas de bancarias? ¿Por qué no han hecho el gran emprendimiento bajando las tasas activas y aumentando las pasivas? ¿Por qué no ha vendido todas sus acciones para dedicarse con “emprendimiento” al campo de la disputa política?

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