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El Telégrafo

Fervor de multitudes

07 de febrero de 2013

Resulta conmovedor ver a la gente en las calles, manifestándose masivamente por algo que concierne directamente a su existencia, sus ideas o su modo de vida. Recordamos los emocionantes días de la Revuelta de los Forajidos, en los que gentes de diversas edades nos reuníamos en los parques para iniciar la diaria protesta contra el desgobierno del coronel Gutiérrez, formando todos una emocionante y emocionada multitud en lucha.

Ahora la motivación es otra y se ha extendido a todo el país. Esa revolución de masas que se iniciara en 1996, y se reiniciara en 1999 y 2005, para combatir a los desgobiernos de Bucaram, Mahuad y Gutiérrez, fue -ante todo- un fenómeno urbano. Frustrada o traicionada en cada ocasión por los representantes del sistema, terminó por convertirse en una revolución interrumpida. Pero halló finalmente un líder capaz de dirigirla y llevar a la práctica las ansias populares de transformación del país.

Hoy, esa Revolución Ciudadana se ha consolidado con un liderazgo claro y alrededor de un movimiento político de amplia base popular. Y ha efectuado una formidable transformación física, institucional y mental en el Ecuador. No solo ha hecho carreteras, puentes, hospitales, escuelas, colegios y universidades.

También ha creado nuevos sistemas de justicia, educación, salud, protección social, seguridad y recaudación fiscal. Lo que es más, ha educado políticamente al pueblo en el conocimiento de sus deberes y derechos.

Por ello, lo que hoy vemos inundando las calles no son masas arrebañadas por el populismo, corriendo detrás de promesas vanas, sino un fervor de multitudes que gozan de una nueva realidad y despiertan a una verdadera conciencia política.

Para ellas, Rafael Correa no solo es el vindicador de sus derechos conculcados por la oligarquía, sino -sobre todo- el abanderado de sus anhelos de justicia, progreso, estabilidad y paz.

Esa es la clave que los politólogos y sociólogos de derecha no quieren entender y que los ha llevado a ensayar teorías equívocas, como aquella del “populismo tecnocrático”.

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