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El Telégrafo

Feria de vanidades

16 de enero de 2014

“Yo soy mejor que tú, mejor que los otros, mejor que todos”... Si no lo expresan así, al menos así lo piensa una enorme masa de candidatos de los miles que se han lanzado para pescar alcaldías, prefecturas, concejalías, consejerías provinciales y juntas parroquiales, en un movido carnaval de colores, banderas, camisetas, globos y serpentinas que, obviamente, paga el Estado, es decir, el pueblo ecuatoriano, la Juana y la Chana, el Luis Piguave y el José Morocho, el prójimo y la prójima.

Claro que esto no es el circo socialcristiano, donde su opulento dueño se desgañitaba a la entrada ofreciendo un programa de gran atracción: ‘Pan, techo y empleo’, con malabaristas y payasos de última, tras lo cual la gente hacía cola para ingresar sin saber que adentro la esperaba un león descomunal para devorarla sin piedad, arrojando a sus cachorros las sobras del hartazgo.

Solo a partir de la autocrítica se puede elaborar propuestas creíbles, que movilicen a la masa electora, hoy en riesgo de enfriamiento mortal.No es el circo socialcristiano, pero es una costosa feria de vanidades en la que se achica el bolsillo de los pobres y circula, a la vez, apenas escondida, una enorme correntada de dólares mafiosos a favor de la partidocracia, empeñada en salirse de la tumba gracias a la varita mágica del Osvaldo y su orquesta de momias y de momios.

En esta feria de vanidades no debería sumarse al coro la crecida porción de candidatos izquierdistas y revolucionarios, pero muchos de sus integrantes lo hacen, faltos de ideales, de una verdadera formación política, de sueños patrios, de visión histórica. Ganar tentadoras dietas, contratos para la familia y la gallada, la entrevista de la ‘tele’: he allí la propuesta de aquellos, especializados en treparse al anca del caballo de los triunfadores.

Cierto, hay que proponer para triunfar. Pero toda propuesta honesta debe comenzar por una profunda autocrítica (decimos autocrítica, no golpes de pecho) respecto de lo mal que hicimos tales o cuales cosas, de los fracasos, de la incapacidad manifiesta para crear nuevos rumbos y nuevas realidades. Solo a partir de la autocrítica se puede elaborar propuestas creíbles, que susciten y movilicen a la masa electora, hoy en riesgo de enfriamiento mortal. Esas propuestas han de partir del conocimiento de las realidades propias, de los recursos de toda índole posibles de aprovechar, de la participación ciudadana en todo y para todo, de la capacidad para ir ‘al asalto del cielo’.

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