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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

Federica Mogherini, nueva ‘canciller’ europea

02 de septiembre de 2014

Tras una extenuante negociación, Federica Mogherini fue escogida la semana pasada como Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, cargo al cual está también asociada la vicepresidencia de la Comisión Europea. Nacida y crecida en la capital italiana, Mogherini es la nueva cara de las relaciones internacionales de un continente que sigue enfrentando el desafío más duro de su historia: una prolongada y aguda crisis económica que pone en tela de duda el sueño que animó su creación, mientras sus instituciones viven en un constante descrédito.

Se podría suponer que, ante una tarea de semejantes proporciones, la futura ‘canciller’ europea hubiese sido un personaje de altísimo perfil, sobre todo después del decepcionante papel jugado por la británica Catherine Ashton. Alguien que pudiese relanzar la imagen europea. Mogherini habla inglés y francés, es graduada con una tesis sobre la relación entre islam y política, aunque cuenta con una preparación ganada exclusivamente en las filas de su partido político (donde se ha distinguido por cambiar continuamente de corriente, siguiendo al ganador de turno) y apenas seis meses de Ministra para Asuntos Exteriores de su país. Con 41 años, muchos habían cuestionado su experiencia.

En este sentido, un editorial publicado por Le Monde presenta a Mogherini como funcional a los intereses de aquellos países que quieren seguir manteniendo activa su diplomacia nacional, como Gran Bretaña y Francia, y de los que, en cambio, guiados por sus intereses económicos, prefieren un perfil diplomático bajo, como Alemania e Italia. Mogherini -además- no ha demostrado ningún pensamiento diplomático digno de tal nombre, más allá -habría que añadir- de una pueril admiración para Estados Unidos y sus ‘democrats’, y una actitud clemente con la Rusia en la reciente crisis, a causa de los intereses petroleros del coloso italiano ENI en ese país. El error de su selección -concluye el periódico francés- ilustra todos los límites de la integración europea.

Pero Mogherini es, más que otra cosa, el capricho de Matteo Renzi, el joven premier italiano, quien se ha impuesto por encima de las numerosas resistencias gracias a la fuerza que su partido ocupa en la bancada de los socialistas europeos. Los países de Europa del Este, preocupados por el expansionismo ruso y la ambigua posición de Mogherini, han sido contentados con el nombramiento de Donald Tusk, el actual premier polaco, a la presidencia del Consejo Europeo. Tusk, un centrista liberal y enemigo jurado de Putin, representa ese dique que ellos querían.

Mogherini debe su puesto también al apoyo concedido por Ángela Merkel. Apoyo condicional, sin embargo. Según algunas fuentes, Renzi tendrá ahora que quitar el apoyo a la candidatura del socialista francés Pierre Moscovici al cargo de Comisario Europeo de Asuntos Económicos y Monetarios. Moscovici, considerado por Berlín como demasiado poco apegado a la política de austeridad económica, podría ceder el paso a otros candidatos más cercanos a la inflexibilidad tan querida a Merkel.

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