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El Telégrafo
Fabrizio Reyes De Luca

Fe y renovación social

25 de junio de 2015

La fe, desde la perspectiva racional, constituye la simple creencia en algo, lo cual está en la decisión de cada quien el aceptarlo o rechazarlo. Como decía el novelista ruso León Tolstoi: “No se vive sin la fe. La fe es el significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo”.

Por otro lado, podríamos colegir que el ateísmo, desde la óptica del materialismo, es la carencia de fe, puesto que en esta corriente filosófica la conciencia y el pensamiento se desarrollan a partir de una escala superior de organización de la materia, en una evolución de reflejo de la realidad objetiva.

Viendo todo esto en un contexto social, podemos decir que las necesidades humanas son la turbina propulsora de las acciones del ser humano en procura de la satisfacción óptima de ellas.

Todo esto bajo la tutela del Estado haciendo cumplir las leyes para que esa búsqueda de las necesidades no perturbe el mantenimiento del orden y no amenacen la integración social, evitando mediante mecanismos de control un comportamiento inadecuado e intranquilizador.

Analizado este preámbulo, he visto cómo cada día hay más ecuatorianos que pierden la fe. Pierde fe la sociedad cuando aumenta paulatinamente el número de matrimonios que terminan en divorcios que generan familias destruidas y dejadas a la deriva, a cambio de las llamadas uniones libres. Irrespetando la escala mínima de valores que deberían inculcar con el ejemplo a sus hijos, y sin preocuparse por el futuro de ellos, quienes serán los relevos nuestros en el porvenir, contribuyendo a la degradación social.

Pierde fe la población en sus autoridades cuando, a pesar de los esfuerzos del Estado en invertir en sus organismos de seguridad, sigue incrementándose el número de sus miembros involucrados en actos delictivos.

Pierde fe la sociedad en sí misma cuando, en la búsqueda de satisfacer sus necesidades mediante el trabajo honrado, observa con frustración cómo otros logran una ostentosa riqueza por medios inapropiados, fomentando en nuestros jóvenes la búsqueda del dinero fácil, a través del narcotráfico y la corrupción.

En fin, se va perdiendo la fe en la patria cuando la sociedad siente que sus guardianes, elegidos o designados, cubiertos con el manto protector del lienzo constitucional, no la defienden con honor.
Invito, pues, a los ecuatorianos, a la necesaria tarea de una renovación social. Al rescate de los valores cívicos, morales y cristianos.

Para este propósito debemos armarnos de fe y esperanza, con el mismo convencimiento asumido por aquellos patriotas que nos liberaron del yugo español, que tuvieron fe a la hora de construir nuestra patria, creyendo en algo que nunca habían visto.

Que es posible rectificar el rumbo, restaurando nuestros valores patrios y nuestras virtudes humanas, ratificando con renovado orgullo nuestra creencia en Dios y fortaleciendo cada vez más el respeto a la Constitución, como garante de nuestro Estado democrático de derecho. (O)

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