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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

¿‘La pareja feliz’ y ‘Lunes sexy’ dan en la jeta al país?

13 de abril de 2014

Tras la ‘sentencia’ de la Supercom al diario Extra han surgido expresiones de todo tipo. Las más aberrantes: “la modelo Hurtado tiene derecho de posar como le dé la gana”; “la libertad de expresión no tiene límites, más si es de asuntos estéticos”; y “las mujeres no podemos poner por delante nuestras histerias para juzgar a otra mujer por mostrar su cuerpo (¿hermoso?)”.

Y ahora, tras la expresión del defensor del Pueblo, Ramiro Rivadeneira, de que habría que eliminar los programas degradantes y ofensivos con las audiencias (como La pareja feliz), hasta ilustres especialistas en derechos humanos han saltado al terreno de la disputa y la defensa de ese tipo de programas porque su sanción o censura “es derecho exclusivo de la ciudadanía, no del Gobierno”.

Como para curarse en salud, algunos analistas, medios, especialistas y hasta supuestos defensores de la fe pública consideran de ‘mal gusto’ lo que publica Extra en ‘Lunes Sexy’, pero esgrimen que cualquier medida desde el Gobierno es un acto de censura y, por tanto, inaceptable (¿ilegal?).

Si hay algo que no tiene prestigio, autoridad y credibilidad en el mundo es la prensa sensacionalista, la que ahora algunos señalan como ‘fujimorista’. Aunque sea la más vendida en Ecuador, por razones que en su momento Fernando Checa, de Ciespal, lo explicó en un estudio muy pormenorizado, no quita que nadie se precie de leer Extra como un medio de alto valor social, cultural o estético. Tan es así que no consta entre los miembros de la Aedep, aunque sea propiedad de uno de sus miembros y lo sostenga económicamente.

La sola existencia de programas como ‘Familia feliz’ o secciones como ‘Lunes sexy’ ya es una bofetada a esa idea de construir otras sociedades y medios...

Lo de fondo es lo que ahora ha dicho Francisco Sierra, el nuevo director de Ciespal: “La nueva Economía Política de Medios instituye una economía distribuida en red, y ello exige que el periodista pase de pontífice, de mediador exclusivo y/o excluyente a un modelo más bien del profesional de información como tejedor de redes y comunidades más que como relator y voz única de representación de la esfera pública”. Y eso incluye a los periódicos, no para hacer solo plata sino para forjar y construir otras comunidades y esferas de relacionamiento entre los ciudadanos.

La sola existencia (y por supuesto defensa) de programas como ‘La pareja feliz’ o secciones como ‘Lunes sexy’ ya es una bofetada (o un golpe en la jeta, como se dice popularmente) a esa idea de construir otras sociedades y medios, sin moralismo alguno. Si por muchos años los editores y hasta directores de prensa escrita y de los noticieros de televisión cuestionaron a Extra por no hacer periodismo y ser un negocio de réditos jugosos, no se entiende cómo ahora lo defienden por una supuesta censura “desde el Gobierno”. ¿Y en eso están de acuerdo prominentes feministas de diversas edades del Ecuador que luchan por dignificar a la mujer y por acabar con el uso morboso, económico y hasta violento de su cuerpo en todos los sentidos? ¿Están de acuerdo entonces en que existan programas como el Nalgómetro, de un canal incautado? ¿Hacen algo para ‘censurarlo’ o gracias a su enorme tolerancia lo dejan exhibir sin crítica?

Algunos comentaristas tienen razón en algo: requerimos de una ciudadanía más activa, crítica, cuestionadora y lectora para reducir la incidencia de programas y periódicos sensacionalistas y sangrientos. La pregunta que surge también es otra: ¿Cuando tengamos esa ciudadanía sobrevivirán otros periódicos y programas que disfrazan algunas de sus moralidades con discursos políticos?

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